lunes, 5 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 53

Bajó la mirada y vió su nuevo y sensual bañador. Lo que pocos segundos antes le había parecido tan provocador, ahora era simplemente indecente. Era tan transparente como una bolsa de plástico. Rompió a llorar. Pedro, sin decir una sola palabra, la atrajo hacia él, le pasó el brazo alrededor de la cintura y la guió hacia la orilla. En cuanto salieron del agua, él la rodeó con los brazos. En otras circunstancias, Sophie se habría estremecido por la intensa sensación que sentía al estar en contacto con la piel de él. Pero estaba demasiado rígida, demasiado nerviosa. Protegiéndola con su pecho, Pedro tomó la toalla y se la puso encima.

 

—Sigo siendo la misma calamidad de siempre —dijo sollozando.

 

Él sonrió.


 —Eso es lo bonito de tí.

 

Y, entonces, como si hubiera dicho demasiado, como si hubiera sido él, y no ella, quien hubiera quedado en evidencia, le tocó la barbilla como siempre solía hacer, se dio la vuelta y se zambulló en el agua. Cruzó el río en cuatro brazadas y se subió a las rocas del otro lado. Al principio, Paula pensó que todo había sido una muestra más de que, en lo relacionado con él, todo le salía mal. Lo había estropeado todo con su maldito bañador. Y él se había sentido obligado a adularla afirmando que ella era la mujer más bonita de cuantas habías visto. Pero, entonces, lo comprendió todo. 


Pedro no estaba tratando de huir de ella, de su bañador o de la incómoda situación provocada por sus lágrimas. Estaba haciendo lo que siempre había hecho, intentar hacer lo correcto. Estaba subiendo esas rocas por ella. Fue por la parte escarpada del Blue Rock sin detenerse. Cuando llegó a la parte más peligrosa, aminoró la marcha, asegurando cada punto de apoyo, moviéndose con seguridad y confianza. ¿A qué altura estaba? ¿A diez metros? Estaba muerta de miedo y, al mismo tiempo, fascinada. Y entonces, mientras estaba allí, al borde del Widow Maker, el precipicio del que nadie salvo él se había atrevido a tirarse, miró hacia abajo. Pero no al agua, sino a ella, y la saludó con dulzura. Fue la confirmación de que lo estaba haciendo por ella, participando de aquel ritual ancestral que, desde el principio de los tiempos, llevaba a los hombres a demostrar frente a las mujeres que eran los más fuertes y los más valientes. Hinchando el pecho, gritó a pleno pulmón y su voz resonó entre las rocas.

 

—¡Honor! 


Cualquier persona que hubiera estado allí no habría podido evitar emocionarse. Y, sin más dilación, saltó, impulsando primero los pies, con las manos pegadas al cuerpo, directo como una flecha hacia el agua. Aquel noble y loco acto de valentía hizo que Sophie se sintiera como tantas mujeres se habían sentido antes que ella a lo largo de la historia. Sintió miedo por él, por mucho que supiera que no había nada que temer. Se sintió impresionada. Notó cómo las reservas que todavía pudiera tener se evaporaban. Y se sintió orgullosa de haber tenido el valor de haberse puesto aquel minúsculo biquini blanco, algo que para ella había sido igual de osado que para él lanzarse desde el Widow Maker. Pedro emergió a la superficie, nadando con calma, ignorando a todo el mundo. Salió del agua y se tumbó en la toalla que ella había extendido a su lado. 

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