viernes, 23 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 18

 –Aunque no lo creas, tu tía también sabe algunas cosas sobre fútbol –aseguró ella. Había encontrado un libro sobre cómo entrenar y había visto unos cuantos vídeos–. ¿Qué te parece si practicamos un poco más y nos vamos a cenar a la pizzería?


–Está bien –repuso Ignacio, sin entusiasmo.


Una vieja ranchera azul estacionó delante de la casa. El motor hacía un ruido horrible, hasta que se paró. La puerta del conductor se abrió. Era Pedro. A Paula se le aceleró el corazón y el estómago se le encogió por los nervios. No la había engañado. Seguía siendo el mismo muchacho amable que había sido en el instituto, pensó ella, viendo cómo se acercaba. Llevaba un polo blanco con el logo del Fuego, unos pantalones cortos y el pelo muy bien peinado. También, se había afeitado. Aun así, ella sabía que no debía bajar la guardia. Aquel hombre era peligroso. La única razón por la que se alegraba de verlo era Ignacio.


–Es él –dijo el niño con admiración–. Pedro Alfonso.


–Sí, es él.


Pedro se acercó a la puerta de su jardín.


–Hola.


–Hola –respondió Paula, conteniéndose para no acercarse también.


–Tú debes de ser Ignacio –dijo Pedro, mirando al muchacho.


Ignacio asintió. Paula lo miró con ternura. Pedro debía de saber lo importante que ese momento era para su sobrino.


–Encantado de conocerle, señor Alfonso –saludó el pequeño, tendiéndole la mano.


–Llámame Pedro –ofreció él, sonriendo y estrechándole la mano.


–De acuerdo, Pedro –dijo el niño con ojos abiertos de par en par.


–Parece que has estado practicando –indicó Pedro–. Es bueno hacerlo todos los días.


Ignacio solo asintió. Estaba impactado de tener a su héroe allí. Paula no podía culparlo. Ella también lo estaba.


–Veamos lo que sabes hacer –propuso Pedro, acercándole la pelota al niño con el pie izquierdo.


Ignacio le dió unos cuantos toques al balón con las rodillas y los pies, sin dejar que cayera al suelo.


–Lo haces muy bien –le animó Pedro.


Entusiasmado, el niño continuó.


–Me recuerda a Gonzalo –comentó Pedro, mirando a Paula.


–Son idénticos.


A Ignacio se le escapó la pelota y salió corriendo tras ella.


–Volveré a intentarlo.


–Cuanto más practiques, mejor lo harás –aconsejó Pedro.


–Eso dice mi tía Paula.


Cuando Pedro la miró, a ella se le aceleró el pulso.


–Tu tía es una mujer muy lista.

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