miércoles, 14 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 71

Había estado viviendo sólo durante ocho años, y aquélla era laprimera vez que se sentía en casa. Las galletas, la leche, Paula que lo miraba, el agotamiento, la gente que no había podido salvar… Puso la cabeza entre las manos y se estremeció. Entonces, sintió que ella le ponía su mano en el hombro.

 

—No te preocupes —dijo ella en voz baja—. Estoy aquí.

 

—No sabes de lo que estás hablando —dijo él—. Había catorce personas dentro de ese hotel. Dos de ellas han muerto.

 

Paula le pasó los brazos alrededor del cuello y él, inconscientemente, se apoyó en su hombro.

 

—Oh, Pedro, lo siento… —susurró.

 

—Pude haber muerto —dijo—. ¿Qué clase de vida es ésa para alguien como tú? Esto no puede ser. Vas a tener que irte.


 —No.


 —Sí —insistió él.


 —No —repitió ella.

 

—No puedes quedarte aquí si yo no quiero.


 —Échame, entonces.


Pero no podía. Había algo en la presencia de ella allí que le impulsaba a dejarse llevar, a hundirse en aquella magia para siempre.


 —No sería bueno para tu reputación en Sugar Maple Grove quedarte aquí conmigo —le advirtió.

 

—No me preocupa mi reputación —replicó ella riéndose.

 

—A mí sí. No puedes quedarte aquí. No es decente.

 

—Voy a quedarme aquí. Y dejaré que seas tú quien se preocupe en decidir si es decente o no.

 

¿Qué podía decir?

 

—Estoy aquí para cortejarte, Pedro Alfonso.

 

—Esto no va a terminar como tú quieres —dijo él odiándose a sí mismo.

 

—Ah —dijo ella imperturbable—. No creo que ninguno de nosotros pueda saberlo hasta que haya hecho lo que he venido a hacer. 


—¿Y qué pasa con tu trabajo? No puedes dejarlo. No puedes quemar todos los puentes por algo que no va a funcionar.


 —Oh, me he traído toda la documentación. La junta directiva del Instituto de Historia pensó que sería bueno para mí alejarme por un tiempo para organizar mis ideas y proyectar mi libro sobre Sugar Maple Grove durante la Segunda Guerra Mundial. Puedo trabajar en él mientras tú estás por ahí en tus misiones secretas.

 

—Sólo tengo una habitación —señaló él.

 

—No me importa. Dormiré en el sofá.

 

—Eso ni lo sueñes. Yo dormiré en el sofá.

 

Ella le sonrió.

 

—Bueno, si insistes…

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