viernes, 23 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 20

Sonó la puerta de un coche. Pedro volvió la cabeza y vió a Paula saliendo de su utilitario. Él esperaba que se alegrara de verlo. La había notado muy reticente cuando había anunciado que él mismo entrenaría a los Defeeters. Cuando le había explicado la razón, que no había encontrado a nadie más, ella había sonreído con resignación. Pero no había parecido contenta por la noticia. La contempló mientras cerraba la puerta del coche. Deseó poder tocarle aquellos rizos dorados que se movían con el viento y parecían tan suaves como la seda. Paula comenzó a acercarse con una bolsa de deporte al hombro. Estaba sola. Quizá, su sobrino estuviera enfermo, pensó. Bueno, al menos ella se había presentado y eso lo hacía feliz. El tiempo era perfecto, cálido y agradable. Y Paula llevaba una camiseta ajustada y unos pantalones cortos que resaltaban su delicioso cuerpo a la perfección. Tenía los pechos turgentes, las piernas largas y firmes. Y su cutis mostraba su piel tal cual, pálida, sin maquillaje. La pequeña Paula Chaves era un bombón, se dijo él, sonriendo. Entrenar a los Defeeters cada vez le estaba resultando más atractivo. Cuando sus ojos se encontraron, ella apretó los labios. Maldición. Lo había sorprendido mirándola embobado, casi cayéndosele la baba, comprendió Pedro y tragó saliva, sintiéndose culpable. Además, al observar la reacción de ella, le quedó clara otra cosa: Paula ya no estaba loca por él. No le sorprendía. Los enamoramientos de adolescencia eran pasajeros. Y los de la edad adulta, también. Sin embargo, no entendía por qué ella parecía disgustada de verlo. Después de todo, iba a entrenar a los niños. No esperaba que se lanzara a sus pies pero, al menos, una sonrisa… Paula se detuvo un momento, mirando al campo de fútbol. Titubeó y, cuando Pedro creía que iba a dirigirse en sentido opuesto a él, comenzó a acercarse.


–Hola –saludó él.


–Hola.


–¿Dónde está Ignacio?


–Hemos invitado a comer a un amigo de su equipo. Vienen los dos juntos caminando. Estarán a punto de llegar.


–Vaya, es un niño con suerte. Su primer día de entrenamiento y lleva un amigo a casa.


–Quería que fuera especial para él.


A Pedro le gustaba lo mucho que Paula se esforzaba por su sobrino. Parecía que ella estaba centrada en los demás. Se preguntó si, a veces, haría algo para sí misma.


–El primer día de entrenamiento siempre es muy excitante. Es cuando se conoce al nuevo entrenador, se pone de manifiesto quién ha mejorado durante las vacaciones, se hacen amigos con nuevos miembros del equipo. Al menos, así lo recuerdo yo.


–Lo único que sé es que Ignacio lleva semanas esperando este día. Ha escrito cartas y correos electrónicos a sus padres, contando los días para que empezara el entrenamiento. Sin embargo, no han contestado desde hace dos días. Deben de estar en algún sitio sin acceso a Internet.


–¿Estás preocupada?


Paula se encogió de hombros, sin poder ocultar su ansiedad.


–Gonzalo me avisó de que podía pasar. Pero Ignacio está deseando saber lo que piensa su padre de que tú los entrenes.


–Espero satisfacer las expectativas de tu sobrino –comentó él, pasando por alto que ella no hubiera respondido a su pregunta.


–No es necesario que hagas esto, si no estás convencido.


Eso no era lo que Pedro había esperado escuchar. Sin embargo, Paula no parecía la clase de persona que pudiera tragarse lo que pensaba. Y parecía compungida. Deseó poder tranquilizarla.


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