viernes, 9 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 62

Ella nunca había querido sentir nada parecido por Franco. Ni por cualquier otro hombre. Siempre había querido sentir ese tipo de cosas por él. Por Pedro.

 

—¿No te olvidas de eso, Paula?


Paula estuvo a punto de explotar. ¿Cómo era capaz de llevarla hasta el límite de sus emociones para luego abandonarla allí con su corazón lleno de un terrible y frustrado deseo? Por un momento, él se quedó quieto. Se detuvo y respiró profundamente. La miró fijamente y ella se dió cuenta de que, al fin, había visto el vestido. Y a ella. Y había tenido el efecto esperado. Con un hombre menos determinado que él, habría sido suficiente para arreglar lo que se había roto entre ellos. Pero Pedro no era así. Apartó la mirada de ella, metió las manos en los bolsillos, se balanceó sobre los talones de sus zapatos y observó el cielo lleno de estrellas, como tomando fuerzas. Y ella sabía por qué. Estaba a punto de decirle adiós. Él había hecho lo que había prometido, acompañarla a la fiesta.

 

—Todo esto fue una comedia desde el principio —dijo en voz baja.

 

—Ése fue nuestro trato. Siempre supiste que no sería yo quien te perseguiría alrededor de la mesa de la cocina hasta que no pudieras correr más.


 —De modo que… Nada de lo que ha pasado esta última semana ha sido real, ¿Verdad, Pedro?

 

Él la miró dubitativo, y ella albergó una lejana esperanza por un instante.

 

—Nada —respondió Pedro.


 —Tú… —murmuró ella—. Eres el hombre más deshonesto que he conocido jamás.

 

—No me hables precisamente tú de honestidad.

 

—¿Yo? Vaya, eso es gracioso. Al menos yo no recuerdo haber engañado a tu abuela.

 

—¿Te refieres a tu abuela? ¿La que se dedica a besar a mi padre a la luz de la luna en la puerta de mi casa?


 —¡Te lo has debido de pasar muy bien a costa nuestra!

 

—Y tú sabías perfectamente lo que estaba pasando entre mi padre y tu abuela. Y nunca me dijiste ni una palabra.


 —Para tu información —dijo Paula subrayando cada palabra para darle el mayor énfasis posible—, tu padre es más hombre de lo que tú serás jamás. Él no tiene miedo.

 

—¿Y yo sí?

 

—Tu padre no tiene miedo del amor.

 

Pedro se quedó en silencio por un momento.

 

—¿Me estás diciendo que está enamorado de tu abuela?


 —Eso debes preguntárselo a él —respondió ella—. Por cierto, olvídate de la ruptura civilizada de la que hemos hablado. Olvídate de las llamadas de teléfono y de los correos electrónicos. Es más, olvídate de que alguna vez hemos estado juntos.


Aunque estaba hablando en voz alta y la gente cercana a ellos se estaba dando la vuelta para mirarles, Sophie continuó sin darse por aludida.


 —Olvídate de toda esta farsa. ¡No te necesito para ir por la vida con la cabeza bien alta!


 Se alejó de él airada. 

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