viernes, 2 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 49

 —Sólo un poco de diversión.

 

—Me estás asustando.

 

—En el mundo del que vengo, un poco de miedo nunca viene mal.

 

Al llegar a Maynard, Pedro le tomó la mano antes de entrar y se la llevó a los labios. Después de eso, ella se dirigió a la mesa como en una nube, y sólo cuando ambos se sentaron él le soltó la mano.

 

—Venías siempre aquí con él después del cine, ¿Verdad? —le preguntó él.


La camarera se acercó a la mesa y les ofreció la carta. Paula tomó una, pero él negó con la cabeza.

 

—Yo ya sé lo que quiero —dijo él, sin apartar la mirada de Paula.

 

La camarera miró a Pedro, luego miró a Paula y suspiró.


 —Es usted una chica con suerte.


 —Así es como vas a dejar claro a todo el pueblo lo que sientes por ese tipo —dijo Pedro muy satisfecho, tan pronto se alejó la camarera.

 

—Todo esto me resulta muy embarazoso —replicó ella.


 —Perfecto. La gente confundirá tu rubor con los ardores del amor.


Bueno, la situación parecía por momentos ser cualquier cosa menos una farsa.

 

—¿Así que venías aquí con tu ex? —le preguntó a ella, que asintió con la cabeza—. ¿Y qué hacías?

 

—Pedía chocolate caliente, me lo tomaba y luego me volvía a casa.

 

—¿Y qué más hacías con él?

 

Con Pedro besándole la mano, mirándola con aquel calor e intensidad y diciendo que él sabía lo que quería, se sintió aturdida y confusa, porque nada de lo que pudiera haber hecho podría compararse con eso.  Al ver que ella permanecía callada, él la miró con una sonrisa y volvió a preguntarle:


 —¿Y él, qué hacía?


 —Me ponía la silla para que me sentara —dijo tras mucho pensarlo.

 

—¿Te tomaba la mano? 


—¡Estábamos tomando chocolate caliente!

 

—¿Te miraba a los ojos? ¿Jugaba con tu pelo? ¿Te tocaba los pies por debajo de la mesa? —le preguntó él, acariciándole una pierna con el pie y comprobando el rubor que subía por sus mejillas—. Perfecto — concluyó satisfecho.


Mariana y Franco llegaron en ese momento. Pedro los miró impasible. Franco ayudó a Mariana a sentarse, y luego se volvió y se puso a hablar con la gente que estaba sentada en la mesa de atrás.


 —¿Recuerdas todo lo que hacías con él? —le dijo Pedro a Paula—. Pues haz conmigo ahora todo lo contrario.

 

—No te entiendo, Pedro.


 —Es muy fácil, sólo tienes que secundarme —le dijo él—. Paula, ¿Te apetece algo de la carta o quieres lo de siempre? —añadió al acercarse la camarera de nuevo a su mesa.


 —Sí, lo de costumbre. Chocolate caliente.


 Pedro chasqueó la lengua contrariado.

 

—¡Lo contrario! —le recordó él en voz baja y, al ver que ella seguía sin comprenderlo, se dirigió directamente a la camarera—: Olvide lo del chocolate caliente, por favor. Tomaremos la copa grande de helado de nata y caramelo con crema batida. Y no se olvide de poner la cereza.

 

—¿Les traigo dos cucharas? —preguntó la camarera.

 

—Sí —contestó Paula, desconcertada.

 

—No —le corrigió Pedro, con una sonrisa maliciosa—. Preferimos una sola. 

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