lunes, 12 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 68

Fuera quien fuese, el miedo se evaporó.

 

—Honor —susurró Paula.


Y saltó con una confianza absoluta, sabiendo quién era. La caída fue muy rápida. Cuando impactó en el agua, le pareció sólida. Sus piernas tocaron el fondo. Se impulsó con ellos para salir a la superficie. La gente rompió en aplausos y vítores. Y ella se echó a reír. Había sido más fácil de lo que había imaginado. Lo que había sospechado de Pedro Alfonso había resultado ser verdad. El valor que hacía falta para lanzarse desde una roca al vacío no era nada en comparación con el valor necesario para abrir el corazón y hacerlo vulnerable en un mundo duro y difícil.

 

A las cuatro semanas se compró una moto. Hizo un hueco entre las lecciones de defensa personal y escalada para aprender a montarla. Su instructor de defensa personal la invitó a salir. También lo hizo un hombre que conoció escalando. Dijo que no a ambos, pero se sintió muy complacida. Y justo cuando se había convencido de que nunca volvería a saber nada de él, llegó un cuadro. Pero no le gustó como le había gustado la primera vez. Ya no le parecía una hermosa invitación a pasar una tarde de verano en compañía de alguien especial. Parecía una imagen solitaria. Parecía una barca amarrada en un muelle esperando a alguien que nunca llegaría. Metió el cuadro en un armario para no verlo. El cuadro no consiguió que sintiera nostalgia por él. Pero luego llegaron las cartas. El cuadro no había llegado acompañado por ninguna nota, pero las cartas sí. "Lo siento, me las llevé por equivocación. Son tuyas".  Al igual que había hecho con el cuadro, se dispuso a dejar a un lado la nostalgia que aquellas cartas despertaron en ella. Pero algo la detuvo. Él no había dicho que las cartas pertenecieran al Instituto de Historia, sino a ella. Aquella noche, en la intimidad de su dormitorio, empezó a leerlas. Lo hizo como si se hubiera tratado de una novela, hasta llegar a la última. No quería leerla. No quería saberlo. Pero tenía que hacerlo. Tenía que saberlo. Cuando terminó de leerla, estaba llorando. Estaba segura de que, a pesar de todo, Sergio había regresado y se había casado con Leticia. Aquella última carta no podía ser realmente el final de la historia.

 

A Paula se le daba bien la investigación histórica. Al día siguiente, para cuando cerraron las oficinas del Instituto de Historia, ya sabía la terrible verdad. En un antiguo microfilm de la Sugar Maple Grove Gazzette, encontró el acta de matrimonio firmada en junio de 1947 entre Leticia Sorlington y Fabián Smith. Y no entre Leticia y Sergio. Paula apenas podía leer a través de sus lágrimas. La novia llevaba un vestido blanco de seda y un ramo de no me olvides. ¿Un ramo de no me olvides? ¿Por qué hacían juego con sus ojos, o porque no le había olvidado a pesar de haberse casado con otro hombre? Lloró más desconsoladamente cuando encontró el obituario de Sergio Horsenell. Lloró por un hombre que había muerto muchos años antes de nacer ella, por un hombre que había muerto solo en una casa de acogida para soldados. Nunca se casó ni tuvo hijos. 

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