miércoles, 21 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 14

 –Supongo que debe de estar muy ocupado.


–Pedro está tratando de recuperarse y mantenerse en forma – explicó ella, sin poder evitar que le subiera la temperatura al recordarlo con pantalones cortos y empapado en sudor–. No planea quedarse mucho tiempo en el pueblo. Tal vez, un mes o así. Quiere volver a jugar con su equipo cuanto antes.


–Supongo que a mí me pasaría lo mismo –comentó Ignacio.


Pobre chico. Estaba intentando encajar la noticia de la mejor manera, pensó su tía y deseó que las cosas pudieran ser diferentes.


–Todavía hay tiempo para encontrar un entrenador para los Defeeters.


–Eso dijiste la semana pasada –repuso el muchacho, acariciándole la cabeza al gato–. Y hace dos semanas.


–Es verdad, pero ahora tenemos ayuda para encontrarlo – aseguró ella. Esperaba que Pedro se tomara en serio su propuesta y diera señales de vida… por los niños–. Lo peor que puede pasar es que sea yo la entrenadora.


Ignacio asintió.


–Gracias –dijo ella, enternecida porque estuviera dispuesto a entrenar con ella.


–Gracias a tí –contestó el pequeño–. Pase lo que pase, tenerte a tí de entrenadora es mejor que no jugar.


–Lo haré lo mejor que pueda, si no hay nadie más.


–Habrá alguien –afirmó Ignacio con confianza.


–¿Cómo lo sabes?


–Si Pedro Alfonso dice que va a encontrarnos un entrenador, lo hará.


Paula, sin embargo, había sufrido demasiados desengaños en su vida como para tener tanta fe en una persona. Pedro había parecido sincero y entregado, pero lo mismo le había pasado con otros hombres antes. Era mejor que su sobrino no tuviera demasiadas esperanzas, para que no se desilusionara si él no daba señales de vida.


–Dijo que lo intentaría –puntualizó su tía.


–¿Has comprobado si tienes mensajes en el contestador?


Paula sonrió ante su insistencia. Ella misma también se había preguntado cuándo llamaría Pedro. Sin embargo, era mejor que tanto el niño como ella fueran realistas.


–Acabo de verlo hace dos horas.


–¿Dos horas? Ha tenido tiempo de encontrar cinco entrenadores.


Paula lo dudaba.


–Lo único que Pedro Alfonso tiene que hacer es chasquear los dedos y la gente va a él corriendo.


A Paula no le costaba imaginarse a las mujeres corriendo hacia el imponente Pedro. Pero no estaba tan segura de que lo mismo le sucediera con los entrenadores. A menos que fueran entrenadoras.


–Comprueba el contestador de tu móvil –insistió Ignacio.


–Dale tiempo a Pedro para chasquear los dedos. Sé que es importante para tí, pero debes tener paciencia.


–Podrías llamarlo tú.


Nada de eso, pensó ella.


–Dijo que llamaría él. No sería educado meterle prisa –señaló ella. Además, tampoco quería darle la impresión a Pedro de que estaba interesado en él–. Vamos a darle un día o dos, ¿De acuerdo?


–Vale –aceptó el niño con reticencia.


–¿Qué te parece si nos tomamos unas galletas con leche mientras me cuentas cómo te ha ido en el cole?


–Bien –dijo él y la miró–. ¿Es verdad que Pedro tiene un campo de fútbol en su jardín?


Por mucho que Paula quisiera, iba a ser imposible quitarse a Pedro de la cabeza, admitió para sus adentros con resignación.

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