lunes, 26 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 22

 –Me gusta estar con Ignacio –repuso ella y se miró el reloj–. Tenemos que prepararnos. Los chicos están al llegar.


Él hubiera preferido seguir indagando sobre aquella interesante mujer, pero habría más ocasiones para eso, pensó.


–¿Dónde pongo los conos?


–¿A tí qué te parece? –preguntó él a su vez, poniéndola a prueba.


Ella levantó la barbilla, sin arredrarse.


–Dímelo tú, que eres el entrenador.


–Oficialmente, la entrenadora eres tú –puntualizó él. Paula había firmado como encargada del puesto ante la liga de fútbol. Además, él no iba a estar allí toda la temporada–. Yo solo soy tu ayudante.


–Puede que yo sea la entrenadora oficial, pero mientras estés aquí tú, mi tarea principal es ocuparme de las meriendas.


–Eso es casi tan importante como entrenar –aseguró él–. La merienda era mi parte favorita cuando niño.


Sin embargo, con Paula allí, eso iba a cambiar. Sin querer, bajó la vista a sus piernas, interminables, y se fijó en un lunar que tenía en la pantorrilla. Se preguntó a qué sabría su piel.


–Pedro…


Él hizo un esfuerzo para volver a mirarla a la cara. Parecía molesta.


–¿Qué hago con los conos?


Maldición. Era la segunda vez que lo sorprendía mirándola, pensó Pedro. Pero no podía evitarlo. Se preguntó qué aspecto tendría en biquini… O desnuda. Muy bueno, seguro. Aunque imaginarla sin ropa no era buena idea. Tenía que enfocarse en el entrenamiento.


–Dos líneas verticales con una horizontal que las una por arriba. Cinco conos a cada lado.


Paula dejó la bolsa de deporte en el suelo.


–Mientras lo hago, prepara tu silla y siéntate para no cargar de peso el pie. No querrás que nada entorpezca tu recuperación.


Dicho aquello, Paula se dió media vuelta y se alejó meneando las caderas y los rizos al viento.


Pedro sacó la silla de la bolsa y la abrió. Pero no se sentó. No le dolía el pie. Pensó en cómo iba a plantear el entrenamiento. No podría servirles de ejemplo a los niños, debido a su lesión. Necesitaba a alguien que les enseñara en la práctica a los niños lo que tenían que hacer. Alguien como…


–Paula.


–Un momento –dijo ella y dejó el último cono sobre el césped–. ¿Qué quieres?


A ella. Aunque eso no era posible, se recordó a sí mismo. Sin embargo, no pudo evitar forjarse un pícaro plan.


–Te voy a necesitar para mostrarle a los niños qué hacer durante los calentamientos y los ensayos.


Ella abrió los ojos como platos.


–No he hecho nada de eso antes. No tengo ni idea de qué quieres.


Quería acostarse con ella. Tan sencillo como eso, reconoció él para sus adentros. Si las circunstancias hubieran sido diferentes…


–Te lo enseñaré.


–Bu-bueno.


Su falta de entusiasmo le hizo sonreír.


–Es fútbol, no un camino a la guillotina.


–Quizá, desde tu punto de vista, no –replicó ella–. Dime, pues.


–Quiero que los chicos hagan un calentamiento dinámico. Tienen que dividirse en dos grupos. La mitad se colocará en la parte exterior de los conos y la otra mitad, en la interior. Cada vez tendrán que hacer algo distinto para calentar los músculos.

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