miércoles, 28 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 30

 –Yo nunca he sacado a un perro a pasear –dijo Ignacio.


–Podrías sacar a Daisy algún día, si quieres –sugirió Pedro.


–Si a mi tía le parece bien…


La mirada suplicante de su sobrino no le dejó elección a Paula, aunque eso significara tener que ver a Pedro fuera de los entrenamientos.


–Claro, buscaremos un momento para sacar a pasear a Daisy.


–Así podrás ir viendo lo que significa ocuparse de un perro. También podrías aprovechar para comprobar lo que piensa Tom. Los perros y los gatos no siempre se llevan bien.


Sus palabras eran justo lo que necesitaba escuchar un niño de nueve años ansioso por tener perro, pensó Paula, encantada. Le prepararía cajas y cajas de galletas de chocolate para recompensarlo. Pedro le sonrió. Un agradable estremecimiento la recorrió de arriba abajo. Como no tuviera cuidado, él se iba a dar cuenta, se dijo. Y eso no sería bueno.


–No, pero gatos, sí. Y peces, un pájaro y reptiles.


–¿Te ha hablado tu tía de Squiggy? –preguntó él al niño, tras darle un trago a su té.


Paula se atragantó con el pan y tosió.


–¿Recuerdas a Squiggy?


–Cuando uno tiene que cavar una tumba y desenterrarla el mismo día, es difícil olvidarlo.


–¿Desenterraste una tumba? –quiso saber Ignacio, quedándose boquiabierto.


–Tu padre y yo. La tumba de Squiggy.


–¿Quién es Squiggy? –inquirió el muchacho.


Pedro le guiñó un ojo a Paula. Oh, no, se dijo ella. Él parecía a punto de escupir toda la historia, así que era mejor que lo hiciera ella misma.


–Squiggy era mi tortuga –explicó ella–. No una cualquiera. Era…


–La mejor tortuga de la galaxia –dijo Pedro, terminando la frase por ella–. Y la más rápida.


Paula se quedó mirándolo perpleja. Esas eran las mismas palabras que ella siempre había respondido cuando alguien le había preguntado por Squiggy.


–No puedo creer que te acuerdes –dijo Paula. Todo aquello había pasado cuando ella había tenido solo siete años.


–Te dije que me acordaba de muchas cosas.


–Tu tía solía darle lechuga de comer. Y la sacaba a pasear.


–Puede que Squiggy fuera muy rápida, pero esos paseos duraban mucho –recordó ella, asintiendo.


–No ibas muy lejos –observó Pedro.


–No –admitió ella–. Espera un momento. ¿Cómo lo sabes?


–Tu madre nos mandaba vigilarte.


Sus padres y su hermano siempre habían sido sobreprotectores con ella. Paula no tenía ni idea de que Pedro también había formado parte de la conspiración.


–Y ustedes me acusaban de seguirlos por todas partes.


–Nos seguías.


Paula le sacó la lengua. Él hizo lo mismo. Ignacio rió. Aquella conversación había despertado la memoria de ella. Cuando era pequeña, solía hablar con Pedro cada vez que él estaba allí con Gonzalo. Con la pubertad, se había vuelto más tímida.


–¿Por qué desenterraron la tumba de Squiggy? –preguntó Ignacio.


Pedro miró a Paula a los ojos. Ella no fue capaz de apartar la mirada.


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