viernes, 23 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 19

Paula no se sentía tan lista. No estaba segura de cómo interpretar su reacción a la presencia de aquel hombre. Bueno, tal vez, era normal, pues era muy guapo. Impresionante. Pero había aprendido a que no debía dejarse engatusar por el encanto y las sensuales sonrisas de un varón.


–Pensé que ibas a llamar –comentó ella, enderezando la espalda.


–Decidí que era mejor pasarme.


–No era necesario que te molestaras en venir. Habría bastado con una llamada.


–Para él, no –replicó Pedro, señalando a su sobrino.


Ignacio sonrió. Parecía alegre y despreocupado, como deberían estar todos los niños de su edad.


–Gracias –dijo Paula, llena de gratitud.


–Mira esto –llamó Ignacio.


–Te estoy mirando –afirmó Pedro, observando cómo el niño hacía malabares con la pelota muy concentrado–. Sigue así.


–No ha dejado de hablar de tí durante los últimos dos días – informó ella en voz baja–. Me alegro mucho de que hayas venido. Por él, claro.


–Pues yo también.


–¿Has encontrado entrenador para los Defeeters? –preguntó Ignacio.


–No del todo. Pero tengo a alguien que puede ir echando una mano por el momento.


–¡Lo sabía! –gritó Ignacio a pleno pulmón.


El corazón de Paula se inundó de calidez. Pedro había cumplido con su promesa, incluso había hecho más de lo que ella había esperado. Aunque, para su propia tranquilidad, quizá hubiera sido mejor no volverlo a ver…


–¿Quién nos va a entrenar?


Pedro esbozó una de sus seductoras sonrisas de medio lado, la misma que solía derretir a Paula cuando había sido adolescente.


–Yo.




El lunes por la mañana de la semana siguiente, Pedro entró en el estacionamiento de la escuela de primaria de Wicksburg. Jugar al fútbol era uno de los buenos recuerdos que tenía de ese lugar. Esperaba que el entrenamiento fuera bien. Además, tenía ganas de ver a Paula. En cuanto a los chicos, ¿Qué problemas podía darle un grupito de pequeños de nueve años? Pedro se colgó al hombro la silla plegable de camping que había llevado para la ocasión. No le gustaba tener que sentarse durante las prácticas, pero su pie no aguantaría una hora sobre el suelo. Su prioridad número uno era curarse. Debía andarse con cuidado a la hora de entrenar a los Defeeters. No solo por su pie. Tal vez, su agente y el dueño de su equipo no estuvieran de acuerdo con ello, pues podía llamar la atención de los medios de comunicación. Por eso, había enviado un correo electrónico a todos los padres de los niños, pidiéndoles que guardaran discreción.

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