viernes, 30 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 31

 –¿Quieres que se lo cuente yo o lo haces tú? –inquirió Pedro.


–Hazlo tú. Tengo curiosidad por conocer tu versión de la historia.


–Puede que te sorprenda lo que recuerdo –advirtió Pedro y miró al niño–. Tu tía se presentó ante nosotros con lágrimas en la cara. Tenía una caja de zapatos y nos dijo que su amada Squiggy había muerto. Quería hacer un agujero para enterrarla.


–Antes de que sigas, déjame recordarle a Ignacio que solo tenía siete años cuando pasó eso.


–¿Y qué pasó? –preguntó Ignacio con interés.


–Tu padre y yo cavamos un agujero. Una tumba para el ataúd de Squiggy.


–Caja de zapatos –clarificó ella.


–Paula dejó la caja de zapatos en el agujero y echó unos dientes de león encima. Mientras tu padre y yo echábamos tierra, ella tocó una canción con la armónica. Luego, dijo unas palabras. Gonzalo recitó una breve plegaria –recordó Pedro–. Entonces, tu tía clavó en la tumba una cruz hecha de palitos de piruleta y puso más dientes de león sobre la montaña de tierra.


–Fue un funeral precioso –asintió Paula.


–Sí –afirmó Pedro–. Hasta que nos dijiste que Squiggy no estaba muerta en realidad y que teníamos que desenterrarla para que no se muriera.


Ignacio miró a Paula como si fuera una especie de extraterrestre.


–¿Dices que algunos videojuegos son violentos y enterraste una tortuga viva?


–Algunos juegos no son apropiados para niños de nueve años – se defendió ella–. Y a Squiggy no le pasó nada malo. Por suerte. ¿En qué había estado pensando para hacer aquello?, se dijo a sí misma.


–Pero fue una carrera contrarreloj –comentó Pedro, sonriendo–. Gonzalo y yo estábamos seguros de que nos echarían la culpa a nosotros, si Squiggy moría.


Entonces, las miradas de Pedro y Paula se entrelazaron. Y, durante un instante, algo pasó entre ellos. Tal vez, fuera la magia delrecuerdo compartido, pensó ella y bajó la vista.


–Pero tu padre y Pedro no tuvieron problemas. Sacaron a Squiggy viva y coleando.


Sin embargo, aquella fue la última vez que Paula celebró un entierro. Sus padres se aseguraron de eso.


–Ah –repuso Ignacio–. En el colegio, la señorita Wilson nos ha contado que las tortugas viven más tiempo que los humanos. ¿Qué le pasó a Squiggy?


–Se escapó –contestó Paula–. Tu padre y yo crecimos en una casa junto a un parque y un bonito lago. Solíamos ver tortugas por allí. Gonzalo me dijo que Squiggy se sentía sola y que había huido para vivir con las otras tortugas. Yo me quedé muy triste, pero tu padre me dijo que debería alegrarme por la felicidad de Squiggy.


Pasaron unos instantes de silencio. Ignacio miró a Pedro.


–¿Qué le pasó a Squiggy en realidad?


Paula se quedó boquiabierta. Pedro se quedó callado.


–Squiggy no se escapó –adivinó el niño y soltó un grito sofocado–. ¡Se murió!


Pedro asintió, sin dejar de mirar a Paula.


–Pensé que lo habrías imaginado.

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