viernes, 9 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 65

 Su padre lo miró como nunca antes le había mirado.

 

—Sí, estoy seguro de que has debido de ver cosas horribles, Pedro. Un padre siempre quiere proteger a sus hijos de esas cosas, pero yo no pude protegerte. Siempre fuiste tan cabezota… Siempre hacías lo contrario de lo que yo había planeado. En fin… Lo que trato de decirte es que, si las cosas siguen el orden natural, tengo mucho menos tiempo por delante que tú. No quiero perder un solo minuto de ese tiempo lamentándome por cosas que han pasado. Si lo hiciera, estaría negando el extraordinario regalo que Dios me está haciendo concediéndome más tiempo. No sé si puedes entender esto o no.


 Lo entendía. Lo entendía muy bien. Incluso envidiaba a su padre por ser capaz de tomar una decisión de la que él era incapaz.

 

—Tengo que irme.

 

—¿Seguirás haciendo cosas peligrosas? —le preguntó su padre, y Pedro pudo ver en sus ojos el efecto que tenía el amor en la gente, sembrando el miedo por la seguridad de los seres queridos, confirmando que su decisión de abandonar el pueblo había sido la correcta.  ¿Iba a seguir haciendo cosas peligrosas? Sí, tarde o temprano terminaría haciéndolas. Pero prefirió no reconocerlo directamente.


 —No. Creo que voy a estar en el equipo de formación por un tiempo.

 




El alivio en el rostro de su padre hizo que aquel acto final de falsedad hubiera valido la pena. Tan sólo tres días después de llegar, a Pedro le fue asignado un destino. Ni siquiera tuvo tiempo para deshacer las maletas. Sería una misión en la que tendría que poner a prueba su forma física y su facilidad para los idiomas. Paula lo había entendido muy bien. En aquel peligro, él encontraba la seguridad. Un agente había sido apresado y encerrado en una cárcel extranjera. Su objetivo sería rescatarle a cualquier precio. La operación requería formación, disciplina, precisión y una perfecta sincronización. Era el antídoto perfecto para los cuatro años que llevaba en dique seco. Pero no sirvió para poner remedio a su soledad. El peligro y la adrenalina no le dieron el alivio que había esperado. De hecho, fueron para él como imitaciones baratas de las sensaciones que había experimentado montando en bicicleta por Main Street en Sugar Maple Grove, navegando en un desvencijado bote con Paula… Enamorándose de ella. Y tuvo que utilizar todo su entrenamiento para renunciar a aquello que más deseaba. Por ella. Por el bien de ella. Aquellos maravillosos días de verano ya habían quedado atrás. Tenía que reconstruir su vida, encontrar un lugar próximo a la base donde vivir, ocupar el tiempo libre que le quedaba con más trabajo para no pensar en ella, para no caer en la tentación de llamarla sólo para escuchar su voz.  «¿No podría llamarla? ¿Por qué no llamarla? Sólo una vez. Para ver cómo está», solía pensar.

 


Un día, mientras sacaba las últimas cosas que le quedaban en la maleta, encontró las cartas de Sergio Horsenell. Las había leído todas. Excepto una.  La abrió. Estaba fechada a principios del mes de mayo del año 1944. El soldado Horsenell no sabía nada del desembarco de Normandía, no sabía que el final de la guerra estaba próximo.


"Querida Leticia: Te escribo para darte malas noticias. Quiero que rompamos nuestro compromiso. Por favor, no pienses que tú tienes algo que ver con todo esto, porque no es así.  El problema es mío. Ya no soy el mismo chico que era cuando me fui de allí. Me he convertido en un hombre, y no estoy seguro de que pudieras reconocerme en la persona que soy ahora. He visto y he hecho cosas horribles, cosas que quedarán grabadas para siempre en mi corazón. ¿Por qué volver a ese mundo que recuerdo cuando sé que ya no encajo allí? ¿Cómo puedo volver a tí después de todo esto? Quiero que conozcas a otro hombre, a uno que jamás haya estado aquí, a alguien que fuera demasiado joven para alistarse y venir a este horrible lugar, o a alguien que fuera hijo único y tuviera la suerte de poder quedarse en casa. Un hombre que tenga en su interior los valores que tú te mereces. Quiero que estés con un hombre que no se despierte en mitad de la noche gritando, que no haya tenido nunca la cara manchada de la sangre de sus amigos, que no lleve a sus espaldas el hedor y los gritos de los muertos. Te deseo lo mejor. Sergio Horsenell"

 

Pedro dejó la carta sobre la mesa y supo que no volvería a llamar a Paula. Había elegido ser un guerrero, emplear su vida en proteger a los demás, y eso le excluía para poder vivir cualquier otra cosa.


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