viernes, 30 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 33

 –Por eso quiero aprovechar el tiempo al máximo.


–El fútbol es tu prioridad.


–Es mi vida –afirmó él y miró la foto de la boda de Gonzalo. Tener a alguien esperándolo en casa debía de ser agradable, pero no quería dividir su atención. El fútbol lo era todo para él. Aunque tenía que reconocer que, en ocasiones, se sentía solo, a pesar de estar rodeado de gente. Pero eso no era razón para embarcarse en una relación seria–. Por eso, no empezaré a pensar en sentar la cabeza hasta que termine mi carrera.


Una imagen de Gonzalo con ropa militar y un gran rifle captó la atención de Pedro. Quizá, su amigo se pondría furioso si supiera que quería intentar algo con Paula. Ladeó un poco la foto para que aquel Gonzalo fuerte, alto y armado no los estuviera mirando de frente.


–¿Qué clase de deportes te gustan? –preguntó él, esbozando una radiante sonrisa.


–Ninguno.


–No parece muy divertido –señaló él, acercándose al sofá.


–Eso depende de cómo lo mires.


Abrazarla sería divertido, pensó Pedro y se sentó a su lado. Paula olía a fresas y a sol, a deliciosa y embriagadora ambrosía. Estaba deseando probarla. Sin embargo, ella parecía un poco tensa.


–¿No tienes ninguna de tus obras aquí? ¿Me quieres mostrar algo?


–¿Quieres ver mis grabados? –preguntó ella con desconfianza.


–Estaba pensando más en bocetos o cuadros, pero si tienes grabados y resulta que están en el dormitorio… –bromeó él.


Paula miró hacia el pasillo que conducía a las habitaciones. Tal vez, estaba más dispuesta a jugar de lo que había aparentado, se dijo él, lleno de excitación. Lo único que necesitaba era que le hiciera una señal para hacer el primer movimiento. O dejar que ella tomara la iniciativa. Eso sí que sería emocionante.


–Esta noche, no –repuso Paula, mirándolo a los ojos.


Su gozo en un pozo, pensó Pedro.


–Tal vez, en otra ocasión.


–Ya… veremos –dijo ella.


Sus palabras no parecían nada prometedoras, observó él. Y eso lo irritaba. Estaba acostumbrado a que las mujeres se pelearan por él, se lanzaran a sus brazos y le rogaran que las tocara, las besara, las desnudara. Pero Paula no quería tener nada que ver con él. Al menos, fuera del campo de fútbol. Lo mejor sería dar la noche por terminada, caviló. Una cosa era plantearse un reto y otra distinta darse cabezazos contra la pared. No debería coquetear con ella y, menos aún, desear besarla.


–¿Puedo hacer algo para hacerte cambiar de opinión?


–Esta noche, no –repitió ella, mirándolo con intensidad.


La misma respuesta. Al menos, era una mujer coherente.


–Se está haciendo tarde –dijo él y se puso en pie–. Daisy debe de estar preguntándose dónde estoy. Gracias por la cena. No había contado con disfrutar de una comida casera.


–Gracias por tu ayuda en el entrenamiento.


Pedro no estaba dispuesto a rendirse del todo.


–Siempre puedes invitarme a cenar más veces…


–¿Es que pretendes aprovecharte de la situación? –preguntó ella, arqueando una ceja.


–Es un mal hábito que tengo –admitió él. En realidad, no se consideraba a sí mismo un caballero, pero Paula se merecía todo su respeto–. Es hora de que me vaya. El próximo entrenamiento es el miércoles a las cinco en punto, ¿No?

No hay comentarios:

Publicar un comentario