viernes, 9 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 63

 Y fue desastroso. Se le enganchó un zapato en la tierra y estuvo a punto de caerse. Pedro hizo ademán de ir a ayudarla, pero ella le fulminó con la mirada, se quitó los zapatos y caminó hacia las luces y los ruidos de la fiesta sin mirar atrás una sola vez. Aquél era un momento que siempre había sabido que llegaría, el día en que ella ya no le necesitara más. Lo había visto con toda claridad en el destello de sus ojos unos segundos antes. Paula Chaves se había convertido en una mujer capaz de valerse por sí misma. Hasta entonces había sido como un pajarillo que se hubiera caído del nido y él hubiera cuidado. Aquella noche, con aquel maravilloso vestido, pensó que nunca había visto una mujer más preparada para volar por su cuenta. Lo que no había previsto había sido sentirse tan triste al dejarla ir. La miró unos segundos más. Entonces, incapaz de resistir la tentación, se acercó lentamente a la parte de atrás de la casa donde estaban todos los invitados, consciente de que aquélla podía ser la última vez que la viera. La terraza estaba llena de gente, pero la reconoció enseguida. Y no sólo por el vestido, que la convertía en la mujer más atractiva del lugar, sino por la forma de llevarlo, por ella misma. Estaba fantástica. Parecía una princesa. Desprendía confianza y seguridad en sí misma. Se notaba en la forma en que la gente la miraba. La observó abriéndose paso entre la multitud hasta llegar a la barra. Y, de alguna manera, la oyó pedir algo al camarero.

 

—Un whisky on the rocks, por favor. Y que sea doble.

 

Unos minutos antes, él habría intentado aconsejarle que se lo tomara con calma. Pero estaba claro que el tiempo de protegerla había terminado.  Se quedó allí quieto, imaginándose el futuro, viendo con toda claridad cómo todos los hombres se volverían locos por ella, cómo intentarían acercarse a ella, invitarla a salir a tomar algo, a bailar, cómo intentarían besarla… Y ella sabría manejarles. Y no tenía que preocuparse por ella. Ya no era su protector. Paula ya no le necesitaba. Sintió que un profundo vacío se abría paso en su interior, un vacío que nunca podría volver a llenar. Miró a la multitud una vez más y luego, antes de que pudiera verle, dió media vuelta y se alejó. Volvió a casa de su padre, entró en su viejo dormitorio de la infancia y revisó sus mensajes. Ya lo habían preparado todo. Tendría que pasarse primero por las oficinas de la unidad cuando llegara a California. Le darían un alojamiento temporal y un puesto provisional enseñando técnicas militares avanzadas a los nuevos reclutas. Esa era su vida. Daba igual que, durante el tiempo que había pasado en Sugar Maple Grove, lo hubiera olvidado. Su vida de siempre le esperaba y no servía de nada mirar atrás. Hizo su maleta y esperó poder escabullirse sin que nadie se diera cuenta, aunque no iba a ser fácil. Aquella noche su padre estaba en casa.

 

—Creía que habías ido con Paula a la fiesta.


 —Y lo hice. No necesitaba que me quedara con ella. Papá, tengo que volver al trabajo.

 

—¿Esta noche?


 —Ya sé que es repentino.


 —Te has peleado con Paula —dijo su padre mirándole.

 

—No ha sido una pelea.

 

—Le prometiste que la ayudarías a llevar la cabeza alta en este pueblo. 

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