viernes, 2 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 48

 —Llevamos poco tiempo —dijo Pedro casi a la vez que ella.

 

Paula sonrió. Nunca debió haber dicho «Toda la vida» refiriéndose a él. Ni siquiera como parte de la farsa, porque había abierto un enorme vacío en ella que nada iba a ser capaz de llenar.


 —La verdad es que nos conocemos desde siempre —se corrigió Pedro, estrechando a Paula.

 

—¡Oh! —dijo Mariana, mirándolos con la expresión de quien parece sentirse a gusto con todo el mundo—. ¿Y va en serio?

 

—No —respondió Paula.

 

—Sí —respondió Pedro. 


Mariana echó a reír.


 —Cuidado, Paula, él tiene el aspecto de ser un hombre que consigue lo que quiere. ¿Van a ir a Maynard? Franco dice que todo el mundo va allí después del cine. Es tan encantadora esta pequeña ciudad. Estoy deseando ir allí. 


—No —dijo Paula—. Nosotros no vamos a ir.


 —Por supuesto que vamos a ir. Como todo el mundo —dijo Pedro al instante.

 

—Nos veremos allí, entonces. Chao.

 

Mariana se despidió de ellos con un gesto, se agarró del brazo de Franco y desaparecieron los dos entre la multitud que salía del cine. Paula entró en el coche y guardó silencio hasta que Pedro puso en marcha el motor.


 —No quiero ir a Maynard.


 —Tranquila. Es sólo una prueba que tienes que pasar.

 

Pero ella sintió que no podría pasar esa prueba si él volvía a hacerle otra vez esas cosas en la muñeca. Prefirió que pensase que no quería ir por no ver a Franco con Mariana.


 —Ella es un claro ejemplo de la injusta distribución de los bienes — dijo de mala gana—. Es inteligente y hermosa. No necesitaba ser amable, además —y añadió al ver que Pedro no decía nada—: ¿La encuentras guapa?

 

—Claro que sí. Y además, inteligente y simpática.


 —¡Oh!

 

—Paula, el que sea todas esas cosas no significa que tú seas menos que ella.

 

—Ella fue la causa de que él me abandonara.

 

—Hablando con propiedad, fuiste tú la que le dejaste.

 

—Bueno, pensaba reconciliarme con él, después de poner en orden mis ideas.

 

—Bueno, ella es inteligente, hermosa y simpática, y te hizo un gran favor, impidiendo que cometieses el mayor error de tu vida. Esto último es lo que más me gusta de ella.


 —Gracias, Pedro.

 

—No me des las gracias tan pronto. Todavía no hemos acabado el día. Cuando salgamos de Maynard, el pueblo entero se va a enterar de que no sigues colada por él.

 

—¿Qué te propones? 

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