viernes, 30 de abril de 2021

Inevitable: Capítulo 34

 Ella asintió.


–Hasta luego, entonces.


–Pedro…


Cuando la miró, ella se mordió el labio inferior. Él deseó besárselo hasta dejarla sin respiración.


–Gracias –dijo ella–. Por ayudar con el equipo. Y por ser tan amable con Ignacio.


Su cálida mirada era tan atractiva como su boca, pensó él.


–Tu sobrino es un niño excelente.


–Tenerte aquí es justo lo que necesitábamos… Lo que Ignacio necesitaba.


Su equivocación llamó la atención de Pedro. Tal vez, ella no estaba tan desinteresada como parecía. Esperaba que, al menos, Paula tuviera una buena opinión de él. Ganarse su respeto era una de sus prioridades, casi tanto como ganarse un beso suyo.


–Ha sido un placer –repuso él. Y lo dijo con toda sinceridad.


Era mejor que se fuera de allí antes de que hiciera cualquier cosa ridícula, se dijo Pedro. Paula era la clase de mujer que uno llevaba a casa para presentársela a su madre. La clase de mujer que soñaba con casarse, con tener una casa con jardín y un coche grande lleno de niños. Era, en definitiva, el tipo de fémina que él solía evitar. Debía irse antes de que las cosas se complicaran, se repitió a sí mismo. Ninguna mujer merecía que él pusiera en peligro lo que más le importaba del mundo, ni siquiera la atractiva y excitante Paula Chaves.





El miércoles por la tarde, Paula estaba dibujando en su cuaderno. Sus trazos eran rápidos, al ritmo de sus sentimientos. Estaba nerviosa, agitada. Había llenado casi medio cuaderno de dibujos en los últimos dos días. Algo increíble, teniendo en cuenta que no había dibujado nada desde que se había mudado a Wicksburg. Pero había tenido que retomarlo para poder distraer su mente de Pedro. Miró la hoja de papel de cerca. Era él. De nuevo. Si no pensaba en él, lo dibujaba. Ella hizo unos retoques más. Ese hombre tenía unas pestañas por las que muchas mujeres matarían. Ni con rímel era posible igualarlo. Dándole un toque más a la barbilla, levantó el lápiz. Imponente. No el dibujo, sino el hombre. La fuerza de su mandíbula, el seductor brillo de sus ojos, sus jugosos labios… Su temperatura subía solo de pensarlo. ¿Qué diablos estaba haciendo?, se reprendió a sí misma. Entonces, se dió cuenta… Otra vez estaba colada por él. Sin embargo, en aquella ocasión, era diferente de cuando había estado loca por Pedro en la adolescencia. Y era una sensación incluso más fuerte que cuando había empezado a salir con su exmarido. Qué estúpida.

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