viernes, 2 de abril de 2021

Te Quise Siempre: Capítulo 46

 —Se me escapó el pez —exclamó ella con gesto compungido.

 

—Créeme, estoy empezando a pensar que esto de la pesca está muy sobrevalorado —dijo él, mientras remaba describiendo un gran círculo alrededor de la laguna.


Aquélla era una manera ridícula de llevar un noviazgo, pensó Paula. Sin flores, ni vino, ni cenas románticas y sin un baile hasta el amanecer. Nunca conseguía hacer nada al derecho. Pero ¿Por qué, pese a todo ello, se sentía tan bien? Probablemente porque verle luchando denodadamente contra aquel bote lleno de agua que amenazaba con irse a pique en cualquier momento le resultaba tan atractivo como verle chupándose aquel resto de helado de la muñeca.

 

—Creo que ya entiendo por qué no había nadie en aquel barco del cuadro.

 

Y entonces se echaron a reír. Y a ella le pareció el chapoteo del agua en sus tobillos una sensación maravillosa, aunque no tan maravillosa como la de verle luchando con los remos hasta que el sol acabó poniéndose y no fueron casi ya capaces de verse el uno al otro. Conforme salían de la barca y se dirigían por la orilla resbaladiza hacia el coche, la noche pareció impregnarse de magia, bañada por la luz dorada de la puesta del sol.


 —Estoy pensando en nuestra próxima cita —dijo él, dándole un fuerte manotazo a un mosquito—. Si esto es lo que tú entiendes por una tarde romántica, creo que tienes un serio problema.

 

—Puede que no haya sido muy romántica —replicó ella—, pero resultó divertida, y créeme Pedro, si tengo que elegir, me quedo con la parte divertida.

 

—Vaya una idea que tienes tú de una tarde romántica. ¿Con qué clase de idiota estuviste comprometida que te enseñó a pensar de ese modo?


 —Lo sabes muy bien. Pero dime entonces, ¿Cuál es tu idea de una cita romántica?


 —Dada las escasas posibilidades que ofrece esta ciudad, quizá podría ser ir al cine el viernes por la noche.

 

—Esta semana echan Pánico en el túnel. No creo que te parezca muy romántico. 


—Veo que sigues sin entender nada. No se trata sólo de la película. Además, si lo que estamos tratando es de dejarnos ver por la ciudad, no creo que la laguna Glover sea el sitio más idóneo.


Paula llegó entonces a la conclusión de que Pedro Alfonso era el hombre más sencillo y a la vez más complicado con el que había estado. Era tan fácil hablar con él, estar con él, reír con él, y a la vez tan duro recordar que todo aquello era sólo una charada. Pero mientras se arreglaba para ir al cine, le pareció que sí que era real. La fuerza con que le latía el corazón, el nerviosismo que sentía esperando el sonido del timbre de la puerta, la forma en que su corazón pareció salírsele del pecho cuando le vio aparecer en la puerta. Todo eso era muy real. Como lo era la tensión casi eléctrica que parecía palparse entre ellos.

 

—Empieza el espectáculo —dijo él, estacionando el coche muy cerca del cine y abriéndole la puerta para que ella se bajara—. Hazte a la idea de que me amas por un momento, Dulce Pauli.

 

El cine estaba abarrotado. Todos parecían mirarles con sorpresa y curiosidad. Algunos incluso daban con el codo a los que tenían sentados al lado para llamar su atención, o giraban la cabeza y estiraban ostensiblemente el cuello para ver mejor a Paula con su nueva pareja. 

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