lunes, 5 de febrero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 70

Paula empezaba a encontrar la situación de lo más peculiar, pero lo único que quería hacer era cerrar los ojos y comenzar una nueva vida, libre del dolor en el pecho que sentía cada vez que pensaba en Pedro. Cuatro semanas en un crucero por las islas más maravillosas del mundo no habían contribuido a provocarle la amnesia que tanto ansiaba.


—Ya hemos aterrizado, querida —la voz del piloto la sacó de su ensimismamiento.


Paula se volvió hacia él con la mirada extraviada.


—Gracias.


Cuando bajó, el piloto ya había descargado su equipaje y el helicóptero despegó al instante. Paula se encontró en medio de un prado cubierto de flores, un prado que conocía perfectamente. 


—Temía que no vinieras —Pedro caminaba hacia ella sin escayolas, y se detuvo frente a Paula.


—¿Tú eres mi nuevo destino? —Paula no salía de su desconcierto—. ¿No les dijiste que no me enviaran a mí? «Esto tiene que ser un sueño. No puedo volver a pasar por lo mismo».


—¿Te importaría que te necesitara, Paula? —preguntó Pedro con una mirada tan intensa que su vida pareció pender de la respuesta que recibiera.


Paula sintió que se le aceleraba el corazón y quiso combatir las emociones que la invadían. Quizá Pedro sólo quería ayuda y había pedido que fuera ella porque le gustaba su cocina o…


—¿Necesitas ayuda mientras te hacen las obras en casa? —preguntó, intentando dar sentido a la situación.


—No, ya han acabado —Pedro tomó las maletas y fue con ellas hasta la casa.


Las viñas se enrollaban en los balaustres del porche y estaban cubiertas de diminutas flores blancas. Paula contempló la casa y luego a Pedro recordando los maravillosos momentos que había pasado en sus brazos.


—No puedo trabajar para tí —dijo súbitamente—. La agencia no me ha dicho nada. Llamaré a mis hermanas para que vengan a recogerme. Estoy segura de que en la agencia encontrarán a alguien que me sustituya.


—¿Te importaría que habláramos antes de que tomes una decisión? Necesito contarte algunas cosas —Pedro bajó las escaleras del porche y comenzó a caminar—. Podríamos ir al prado donde hicimos el picnic. Ahora que me he recuperado, me gusta tomar el aire. Pensaba que te gustaría ver las flores. Están preciosas.


Paula sintió un nudo en el estómago, pero se dijo que su partida había sido tan precipitada que quizá Pedro sentía la necesidad de aclarar algo, y decidió darle la oportunidad de hacerlo.


—Está bien —dijo—. Pero antes, llamaré a mis hermanas para que vengan a por mí.


—Muy bien —dijo él, esquivando su mirada.


No obtuvo respuesta ni de Bella ni de Carla, y Paula tuvo un ataque de pánico. 


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