lunes, 26 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 44

Lara era una soñadora y buscaba los romances en todas partes, día y noche. Simplemente no tenía ni idea del tipo de persona que era Pedro Alfonso. No había estado la otra noche para ver cómo palidecía al oír hablar de matrimonio. Mirada sensiblera aparte era un caso perdido. No quería ataduras.


Paula pasó el miércoles en un pase de prensa para una ópera que llegaría a la ciudad en primavera y el jueves se encargó de la elección de vestuario para un baile de puesta de largo al que ella también asistió, esa misma noche. Sola. Con la fiesta en mente no podía concentrarse en sus asuntos personales por lo que había suspendido todas las citas, pero dentro de dos semanas las cosas volverían a la normalidad. Aunque tal vez tuviera que suspenderlas todas si eso fuera necesario para conseguir la oferta de Alfonso. Hasta el momento, Lara y ella habían trazado ya los preliminares de la fiesta de Luciana y tenía toda la pinta de ser perfecta, pero ambas sabían que para que fuera un éxito, el cliente tenía que estar con ellas al cien por cien. Así es que a última hora del viernes, llamó a Pedro.


-¡Paula! Qué sorpresa... Agradable, por supuesto -dijo Pedro desde el teléfono del coche-. ¿Qué puedo hacer por tí?


-Lo cierto es que creo que deberías ver los planes preliminares que hemos dispuesto para la fiesta. Tú conoces a Luciana mientras que lo único que yo sé es que le gusta el papel rosa. Sólo serán unos minutos, te lo prometo.


-Claro. ¿Te va bien esta noche?


Paula miró el reloj. No tenía planes y sabía que tendría que darse prisa si no quería que cambiara de idea.


-Estupendo.


-¿Vendrá Lara también o sólo tú?


-Sólo yo, me temo. Lara tenía planes esta noche. Me asombra la vitalidad de esa chica.


-¿Entonces qué te parece en mi casa? Voy de camino para allá -dijo él y Paula notó su tono de voz alegre.


-No, no creo que sea...


-¿Por qué no? Yo cocinaré. Me toca.


-No es necesario. Llegaré en un momento -dijo Paula mordiéndose una uña-. ¿Dónde vives?


-Puerto Melbourne -dijo él, dándole la dirección.


Vivía al borde del mar y a sólo unos minutos del trabajo. Paula miró a su alrededor: todo el despacho estaba lleno de muestras de tela, catálogos y menús. Tenía que tomar una rápida decisión: quedarse un viernes por la noche a recogerlo todo o...


-De acuerdo. ¿Te parece bien dentro de media hora? Pero, por favor, no cocines. Te prometo que habré desaparecido antes de que empiece el telediario.


-Hasta dentro de media hora -fue la respuesta de Pedro.


-Ahí lo tienes -dijo Pedro colgando el teléfono.


La excitación en la voz de Paula al hablar de la fiesta había sido evidente. Él había querido darle algo en lo que concentrarse que no fuera esa estúpida caza de marido y parecía que el truco había funcionado.

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