miércoles, 7 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 3

 -Mmm, dejó en el suelo las bolsas que llevaba en las manos y se agachó a ayudar pero para entonces ya me estaba regañando así que tampoco es relevante.


-Y tú ibas caminando mirando al suelo, inmersa en tus pensamientos, sin mirar por donde ibas, ¿Verdad?


 -Pues sí...


-Pero eso también es irrelevante, ¿Verdad?


Paula entrecerró los ojos, deseosa de que Lara se callara pero a juzgar por su mirada burlona eso estaba lejos de ocurrir.


-Un extranjero alto, moreno y guapo se choca contigo y luego se pone de rodillas para ayudarte, pero tú has decidido que eso no está bien. Yo, al contrario, pasaría el resto del día rememorando algo así. Pero no caerá esa breva. Lo más emocionante que me ha ocurrido esta mañana ha sido que un chiquillo me tocó disimuladamente en el metro.


Lara suspiró exageradamente y Paula no pudo evitar reírse de sus intentos dramáticos y después, Lara salió de la habitación y se dirigió a su escritorio para ponerse a imaginar un encuentro romántico con un extraño en la calle Lonsdale.




Pedro ayudó al conductor a subir la última maleta al taxi que estaba esperando. Cuando éste se puso en marcha se pasó una mano por el pelo desordenado y apoyó la cabeza sobre el respaldo, sorprendido del aspecto hastiado que le devolvía el reflejo en la ventanilla. Desvió la mirada entonces y observó los familiares edificios. No sabía muy bien lo que sentía ahora que había regresado a casa. Una ducha caliente y un sueño reparador en su cama le harían sentir mejor. Pero no podía dejar de preguntarse cuánto tiempo iba a pasar esta vez antes de que sintiera la necesidad de marcharse de nuevo. De cualquier modo, reconocía que Melbourne era una gran ciudad. No tenía más que recordar el tropiezo que había tenido con aquella estupenda mujer en la calle. La tez clara y aterciopelada; una mujer sofisticada, muy atractiva y segura de sí misma. Hasta el momento él no había encontrado a una mujer así en todo el mundo. Durante el trayecto hasta su casa no dejó de pensar en la morena de los ojos azul intenso que había conseguido agitar su temperamento habitualmente tranquilo. Pensó que debía ser el jet lag. Tenía que serlo.



-¿Cariño? -llamó Pablo al entrar en casa.


-Estoy aquí, cariño -respondió Macarena, sentada en el sillón que habían colocado en la cocina. 


Paula comprendió perfectamente lo que Macarena quería decir al mirarla con las cejas levantadas: «Aún estás a tiempo de cambiar de opinión». Pero no tenía intención.


-Sigue el delicioso aroma del pollo a la Paula que sale de la cocina -dijo Paula a Pablo.


Pablo asomó la cabeza por la puerta. Se acercó a su mujer y la besó sin preguntar siquiera qué hacía allí el sillón del salón. Paula le puso la mejilla también para recibir un beso.


-¿A qué debemos el placer de tu compañía, preciosa? -preguntó Pablo echando un vistazo a la cena. 


Paula le regañó por picar una patata de la fuente.

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