miércoles, 14 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 20

De pronto un hombre se acercó y la sujetó por el codo al tiempo que le daba un beso en la mejilla.


-¡Pablo! ¿Qué estás haciendo aquí? -dijo Paula.


-La empresa tiene un palco y Alf nos ha traído a todos los directivos. Es una fiesta de bienvenida. Ven a tomar algo con nosotros.


-No puedo, Pablo. Estoy aquí por trabajo -dijo ella tratando de salir del bar pero la multitud la empujaba hacia dentro-. ¿Has visto a Carlos Lyneham?


-¿El coronel? Está con nosotros.


Pablo la sujetó con fuerza para no dejarla caer y ella no tuvo más remedio que sujetarse para no dejarse arrastrar.


-Alf se lo encontró dando vueltas por ahí en la primera carrera -dijo Pablo-. Lo convenció para tomar unas copas y lleva con nosotros desde entonces. Así que ahora tendrás que venir a saludarlo.


-Genial -dijo Paula-. Está previsto que dé un discurso de agradecimiento a los organizadores de la recaudación de fondos en poco menos de media hora y me temo que Carlos no lleva bien eso de ir de copas. Ahora, gracias a tu amigo ha estado bebiendo desde hace más de una hora y no va a estar en buen estado para decir nada.


-Lo siento, preciosa -dijo él encogiéndose de hombros.


El sonido alegre de la risa de Pedro irrumpió en la conversación y, a pesar de querer mostrar su desaprobación, Paula disfrutaba del sonido. Y es que además la imagen merecía la pena: más alto que la mayoría, tenía una cerveza en una mano, la otra metida en el bolsillo de los pantalones de su impecable traje y un pie ligeramente apoyado sobre el reposapiés de la banqueta. Estaba a unos metros de distancia. La habitación cerrada estaba llena de humo y ella sentía que la cara le ardía, las palmas de las manos le sudaban y el corazón le palpitaba con más fuerza a medida que se acercaban.


-Alf -llamó Pablo por encima del ruido.


Pedro miró hacia ellos. Su sonrisa brilló y le guiñó un ojo a Pablo. Pero su sonrisa cambió al ver a Paula. Los ojos relucientes se oscurecieron mientras la estudiaba con detenimiento. La sonrisa cedió un poco. Entonces dejó de mirar a Paula a la cara para descender hacia el brazo con el que se agarraba con fuerza a Pablo. Ésta se apresuró a soltarlo. Lo último que deseaba era parecer desvalida ante aquel hombre, con su bonito vestido y el pelo recogido, pero pidiendo la protección de Pablo. Éste no pareció darse cuenta y simplemente se giró hacia ella y le sonrió al tiempo que le ponía un brazo protector en la espalda en el momento de presentarla ante el grupo. Cuando volvió a mirar a Paula ya no estaba sonriendo, y sus ojos antes cálidos se habían vuelto fríos. Levantó el vaso e hizo con él un saludo en dirección a ella. Después dió un sorbo y se volvió para seguir la conversación con sus hombres.


Paula sintió que la cara le ardía. Claro. Ella había sido la que había insistido en que lo mejor sería simular que no se conocían pero no hubiera creído que le fuera a resultar tan sencillo. Cuando él estaba cerca, el corazón le latía desaforado, pero era evidente que aquel hombre no sentía lo mismo por ella. Era un ser frío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario