miércoles, 21 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 32

 -Tenía un hueco en la agenda y la invitación decía que habría canapés gratis -contestó Pedro aunque la verdadera razón fuera que durante los últimos días no había dejado de pensar en ella.


Lo cierto era que había llegado a la conclusión que la fantasía no era ya suficiente y tenía que ver a la mujer de carne y hueso y resultó que, de cerca, ésta resultaba mucho más tentadora que su fantasía, a pesar de que estuviera buscando marido.


-¿Dónde puede uno conseguir algo de beber en este lugar? -dijo mirando en derredor hasta que localizó el pequeño bar y, tomándola del brazo, la invitó a seguirlo-. Otro para la señorita y para mí lo mismo.


-No es champán -dijo Paula.



-Está bien. ¿Tú nunca bebes?


-No mientras trabajo.


Pedro había olvidado por un momento que Paula estaba trabajando. Se había sentido atraído hacia ella como si se tratara de un encuentro casual en un bar. Los dos juntos. Gran error. Paula jugueteaba con uno de sus pendientes mientras se dirigía hacia el jefe de la barra y comprobaba con él que había suficiente bebida para todos los invitados. Pedro aprovechó la ocasión para centrarse recordar la razón por la que estaba allí. En vista de que hecho de que estuviera buscando marido no la hacía menos atractiva a sus ojos, la miró tratando de sacarle todos los defectos posibles. Llevaba el pelo recogido en un gran moño en la nuca que dejaba aquella mata de pelo descubierto. Aquello era una es un defecto. Con mirada crítica descendió deleitándose con las curvas que resaltaban de manera evidente bajo el vestido ceñido, largo hasta los pies que ocultaba sus esbeltas piernas. Las cubría muy a menudo. Sabía que no era justo decir que aquello fuera un defecto, pero alguno tenía que encontrar. Y entonces, como si se sintiera observada, Paula dejó de tocarse el pendiente y bajó la mano hasta llegar al pie para masajearse inconscientemente la planta dolorida. Pedro la observaba embelesado y se dió cuenta de que llevaba un anillo de oro en un dedo del pie. Aquello le llamó poderosamente la atención. Dejó escapar un profundo suspiro: Aquella pequeña joya prometía grandes y placenteros secretos esperando a ser desvelados. Paula tenía la sensación de que Pedro no había dejado de escrutarla por lo que no se había podido concentrar en su conversación con el camarero que le había tenido que repetir las cosas varias veces. Pero cuando alzó la vista vió que él miraba también al camarero que removía con una cuchara los cócteles que le habían pedido.


-¿Eso es miel?


Paula alzó una ceja en actitud deferente. Tomó entonces su bebida y dió un sorbo. Pedro tomó la suya también, la olió, la miró y la agitó.


-¿Por qué no lo pruebas? -dijo Paula divertida. 


-¿Y por qué no te sientas un segundo?


-Me parece justo -dijo Paula sentándose en un taburete junto a él. No pudo evitar dar un suspiro por el alivio que aquello era para sus cansados pies-. ¿Entonces qué te ha hecho volver?


-Había llegado el momento.


Ella asintió aunque quería saber más, quería detalles, quería simplemente más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario