viernes, 16 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 23

 -No sé por qué se emocionan tanto -murmuró Paula a media voz-. Fito ganará.


-Yo no apostaría -dijo Pedro con tranquilidad, los ojos relucientes.


-Nunca lo haría.


Entonces, en los últimos veinte metros, Fito pegó un estirón y sacó dos cuerpos al adversario más cercano.


-Odio perder -dijo Pedro con los dientes apretados fingiendo estar muy disgustado.


-Entonces apuesta por el ganador.


Pedro respondió con una enorme sonrisa que dejo a Paula sorprendida y notó que un escalofrío de excitación la recorría de los pies a la cabeza.


-Eres una mujer sorprendente, Paula Chaves.


Estaba claro que había llegado el momento de volver con su propio grupo.




No fue hasta que Paula hizo ademán de seguir a su grupo cuando se dió cuenta de que seguía del brazo de Pedro. Lo miró pidiéndole disculpas y lo soltó pero él tiró de ella hasta quedar a escasos centímetros.


-No tan deprisa, señorita Chaves. Antes de dejar que te marches quiero que me respondas a una pregunta -dijo él con voz apenas audible, algo ronca, el gesto de sus ojos inescrutable y el pelo reluciente por los rayos del sol.


-Pregunta -dijo ella.


-¿Qué demonios llevas en los pies?


Paula parpadeó varias veces, a continuación se miró los pies y sonrió. En la confusión reinante lo había olvidado por completo.


-¿Es que nunca has visto unas botas de agua, señor Alfonso?


-Sí, claro. Pero tengo que admitir que nunca las he visto en una mujer adulta, tan bien vestida como tú en este momento. ¿Es una nueva moda?


-Hmm. Has estado mucho tiempo fuera, ¿Verdad? Las botas de agua de color amarillo chillón son un básico este invierno en Melbourne.


-¿Ha desbancado al vestido de cóctel negro?


-No, eso nunca, pero se pueden llevar con él -respondió ella haciendo un dramático gesto de asombro.


Pedro asintió con expresión muy seria fingiendo estar impresionado ante los conocimientos de moda de Paula. Finalmente la acompañó hasta los escalones que llevaban hacia el estrado.


-¿Me permites preguntarte ahora por qué los llevas?


-Para no mojarme los pies -contestó Paula después de unos segundos para conseguir mayor efecto.


Pedro miró a ambos lados y levantó una ceja que denotaba su falta de convencimiento.


-Vale. Después de la lluvia de anoche, llegué esta mañana y me encontré que todo el suelo bajo la carpa tenía diez centímetros de barro y no quería que los invitados se marcharan con el recuerdo de unos pies húmedos pero tampoco quería encerrarlos en una impersonal sala de reuniones sin vistas a las carreras, así es que he traído botas y calcetines secos para todos los invitados de mi lista.


A medida que Paula contaba su historia, Pedro dejó de mirar al grupo de personas que había delante de él y se había concentrado otra vez en ella, con los ojos relucientes.


-Y aparte de tí, ¿Alguna otra persona se ha atrevido a ponérselas?


-Claro, todo el mundo.

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