miércoles, 14 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 19

 ¿Así que has estado escuchando? -consiguió preguntar Jacob finalmente con los ojos brillantes de alegría.


-Alto y claro. Y creo que Ben se equivoca tremendamente por no hablar de lo grosero que me ha parecido bromear con mi persona.


-¿Has terminado?


-Bueno, sí, sólo pensé que sería mejor... -contestó ella más sorprendida aún.


Pedro se inclinó hacia ella y le dió un beso en los labios abiertos para hacerla callar. El inesperado ataque de ternura la invadió inmediatamente. Obedeciendo un impulso Paula cerró los ojos y ladeó ligeramente la cabeza pero fue suficiente. Él se percató del movimiento y se acercó más a ella para explorar en detalle la tibieza despertada entre ambos y lo que había comenzado como una amistosa manera de cerrar una velada se convirtió en algo diferente. Era delicado. Profundo. Amoroso. Tras unos segundos del dulce intercambio se separaron. Paula tuvo que esforzarse para guardar el equilibrio. Se balanceó ligeramente hacia delante y se mordió el labio inconscientemente.


-Creo que es hora de tomar caminos separados. Tú y yo ya hemos creado demasiadas situaciones contradictorias por una noche -dijo Pedro.


-Buenas noches, Pedro -susurró Paula con voz algo temblorosa.


-Buenas noches, Paula -respondió él pero sus ojos decían algo más.


Dejó escapar un suspiro entrecortado y girando sobre sus talones se marchó. Paula tomó aire y disfrutó del olor a hierba mojada tras la lluvia. Abrió la puerta del coche pero antes de entrar giró la cabeza y vió que se acercaba a ella de nuevo. Se apoyó en el coche preguntándose con qué la sorprendería.


-Tengo que decir que eres una mujer intrigante, vivaz y muy hermosa. Seguro que ya lo sabes.


Y diciendo esto se giró y desapareció en la niebla de la noche.



Paula esperó al descanso entre carrera y carrera para salir de la carpa que se había levantado en medio del terreno enlodado de las pistas donde estaba celebrándose la recaudación de fondos para el canódromo de Hidden Valley. El coronel Carlos Lyneham, supervisor de carreras ya jubilado, y además invitado de honor en aquella celebración, había salido a dar una vuelta hacía ya mucho rato y aún no había vuelto por lo que ella decidió salir en su busca. Se agachó para pasar por un hueco abierto en la valla y subió por los escalones de madera que conducían a la tribuna: Miró en la taquilla, en la zona de apuestas y hasta en el estacionamiento, pero el coronel no estaba en ninguna parte. Se dirigió hacia el bar con la esperanza de encontrarlo allí. Al dar la vuelta a la esquina tuvo lo que se dice un déjá vu: El olor a cerveza, polvo y sudor y ella allí de pie buscando a alguien que había perdido. Se puso de puntillas pero en vez del hombre canoso se encontró con unos familiares ojos color avellana en actitud muy risueña.

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