lunes, 19 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 26

 -Carlos. ¿Lo estás pasando bien?


-Siempre, gatita.


-¿Estás preparado para tu discurso? Sólo quedan diez minutos.


-Claro. Eres muy dulce -dijo el coronel volviéndose hacia Pedro-. Era nuestra pequeña mascota, siempre correteando entre nuestras piernas, recogiendo tickets, y el pelo suelto flotando en el aire.


Pedro no estaba muy seguro de cómo insertar esa información en lo que Paula le había contado.


-¿Y ves esa pequeña cicatriz? -preguntó el coronel señalando la nariz de Paula-. Ahora apenas se le nota.


-No importa, Carlos, es hora del discurso. Discúlpanos, Pedro -dijo Paula interrumpiendo al coronel y llevándoselo hacia el estrado.


Y esta vez le dedicó la sonrisa a él exclusivamente y supo, a pesar de los gritos de protesta de su subconsciente, que no iba a moverse de allí. El discurso del coronel resultó brillante. Era un hombre divertido y a la vez dulce y tierno, lo suficiente como para que los presentes se animaran a dar una contribución para mantener el viejo canódromo en funcionamiento durante un año más. Pedro y Pablo se habían quedado esperando a Paula. Los otros se habían marchado al centro a terminar allí su juerga y Paula se ofreció a llevarlos a casa. Abandonaron el canódromo cuando el sol ya se ponía. El suelo de tierra se había secado considerablemente y ya no era necesario llevar las botas aunque ella tenía problemas para seguir el paso de los hombres con los zapatos de tacón que llevaba.


-¿No es en situaciones como ésta en la que ustedes como caballeros deberían extender las chaquetas en el suelo para que yo pisara? -les preguntó a los dos hombres.


-Pensé que eso sólo se hacía con las reinas -dijo Pablo.


-Y nosotros sabemos que, tú sólo eres una princesa -añadió Pedro a su oído haciendo que se le erizara el vello del cuello.


Por más que insistía para sus adentros en apoyar su teoría, estaba comenzando a creer que había algo más tras la mirada taciturna de Pedro de lo que había pensado en un principio. Por ejemplo, ¿Qué tipo de hombre tendría una personalidad tan fuerte como para convencer a un alcohólico para que bebiera sólo limonada en un bar? Pero tal vez no fuera esa la cuestión. Tal vez la teoría necesitara una vuelta. Tal vez Pedro Alfonso no era exactamente el típico hombre distante, tal vez tuviera conciencia a pesar de no estar predispuesto genéticamente a comprometerse. Puede que fuera atractivo como un adonis y tan inteligente como Platón  ¿Pero sería tan cariñoso como Pablo? Él le puso la mano en la espalda al llegar al estacionamiento. Ella huyó del contacto como si fuera fuego. Paula dejó primero a Pedro en la empresa. Éste salió del coche y se acercó a la ventanilla del conductor.


-Gracias por el paseo.


-De nada -contestó ella sin parar el motor.


-Y por una tarde estupenda. Ha sido... Una sorpresa.


Paula sonrió sin soltar el volante. Pedro estaba tan cerca de ella que podía oler su perfume dulce y seco a la vez. Delicioso. Entonces, apoyó las manos en la ventanilla bajada y se alargó más para despedirse de Pablo.


-Hasta mañana, Pablo.


-Allí estaré, jefe -contestó él.

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