viernes, 23 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 39

El martes al mediodía Paula y Lara se dirigieron al restaurante Lunar para conocer a Luciana. Paula había hablado con ella por teléfono esa misma mañana y le había parecido que estaba muy feliz y emocionada. Ella pidió su bebida habitual y Lara un batido de fresa. Y poco después apareció Pedro que se sentó frente a ella.


-¡Pedro! ¿Qué demonios estás haciendo aquí?


Consciente de que se había quedado mirándolo demasiado tiempo, Paula miró furtivamente a Lara y se alegró de ver que ésta no la estaba mirando. Se había retocado el brillo de labios y no dejaba de mirar descaradamente a Pedro.


-No me tires la bebida encima, Paula -dijo Pedro sonriendo enigmáticamente como si supiera algo que ella no sabía-. Traje nuevo. Ah, Luciana lamenta no haber podido venir pero le ha surgido un imprevisto. Estará fuera de la ciudad... Una semana.


Paula necesitó unos segundos para recobrar la compostura. Lara los miraba a los dos entonces.


-Pero esta mañana hablé con ella y no me dijo nada.


-Como he dicho, ha sido un imprevisto.


-¿Y su prometido? ¿No ha podido venir?


-Bueno, de hecho él también ha tenido que salir de la ciudad, con Luciana, están esquiando en Nueva Zelanda.


-Ya veo -dijo buscando con desesperación la manera de recobrar el control de la situación-. ¿Por qué no ha cancelado la cita entonces hasta su vuelta?


-Quiere que la fiesta se celebre el sábado pero ella no regresará hasta el viernes por la tarde, así es que me ha dado estas anotaciones y me ha dicho que las tomara como guía pero que seguro que le gustará cualquier cosa que tú elijas.


Y le extendió varias hojas de papel rosa escritas a mano. Fue Lara la que se apresuró en tomarlas.


-Tengo una semana y media para organizar una fiesta para ... ¿Cuánta gente? -preguntó Paula.


-Trescientas -dijo Lara echando un vistazo a las hojas.


-¿Trescientas?


-Podemos hacerlo, Paula -dijo Lara-. ¿Recuerdas la fiesta para los Newman? Resultó un éxito.


Paula miró a Lara pero ésta se limitó a encogerse de hombros.


-¿Qué he dicho? Es cierto.


Paula sentía que Pedro las estaba mirando y que su cabeza iría de un lado a otro como si de un partido de tenis se tratara.


-Escucha, si crees que necesitas ayuda o que debería encontrar otra empresa... -dijo él.


-No, lo haremos bien -contestó ella apoyando las manos sobre la mesa.


En ese momento llegó el camarero preguntando si querían pedir la comida ya. Pedro miró a Paula con las cejas levantadas. Había puesto todas sus cartas sobre la mesa, había cambiado las reglas y nada indicaba que no volviera a hacerlo. De nada servía fijar los límites profesionales. Pero ahora le tocaba mover a ella. Pedir la comida o no, aceptar el trato o no. La decisión dependía de ella. Así que Paula pidió la comida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario