-Mira, Paula, flores -dijo Pablo tomando el ramo que sostenía Pedro y dándoselo precipitadamente a la mujer-. Ve y ponlas en agua.
Pedro se quitó el abrigo, se sacudió del pelo los restos de agua y le puso el brazo sobre los hombros a su amigo en un gesto de amistad.
-¿Es esto lo que creo que es?
-Lo siento, tío. Pero sabía que ninguno de los dos accederían a venir de haber sabido que el otro también estaría aquí.
-Y estabas en lo cierto.
-Si vas a quedarte en la ciudad un tiempo es posible que se muevan en los mismos círculos así que no les vendrá mal que se conozcan.
-Parece justo, pero si eso es todo, ¿Por qué actúa como una momia viviente?
-A veces Paula me obliga a hacer cosas, y esto es un ejemplo de lo que ha conseguido: Justo un momento antes de abrir la puerta le dije que... -se interrumpió un momento mientras echaba miradas furtivas a la puerta cerrada de la cocina.
Pedro le apretó el hombro en un gesto de confianza animándolo a continuar.
-Le dije que tú sabías que estaba buscando marido y que por eso habías venido a cenar -continuó Pablo.
-¿Que hiciste qué? -dijo Pedro retirando el brazo del hombro de su amigo y retrocedió un paso como intentando distanciarse físicamente.
-Escucha, Macarena saldrá en cualquier momento y no le conviene alterarse en su estado, y creo que emprenderla a golpes conmigo o decirle lo que he hecho la excitaría considerablemente. Te pido que te quedes y disfrutes de la cena. Todo habrá terminado en un par de horas.
-Me quedaré -dijo Jacob con los dientes apretados-, por Macarena.
-Por supuesto. Una cosa más.
-¿Qué más?
-Resulta que Paula no sabe que eres Pedro Alfonso de Alfonso y eso es bueno porque no le gustó nada lo del combate de boxeo y no piensa muy bien de él. Bueno, de tí.
Pedro pestañeó lentamente. Su cerebro no paraba de trabajar. Nunca había rechazado un reto...
-Así es que tu Paula no piensa muy bien de mí pero piensa que he venido aquí por ella...
-Sí. ¿Y?
Pedro sabía que Pablo estaba preocupado. Bien.
-Bueno, no creo que tengas derecho a preguntarme en estos momentos, amigo mío. No la emprenderé a golpes contigo ni te gritaré siempre y cuando esta noche me sigas la corriente en todo lo que diga. ¿Trato hecho?
Pablo miró hacia la puerta cerrada de la cocina.
-Vale, trato hecho.
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