lunes, 12 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 11

 -Mira, Paula, flores -dijo Pablo tomando el ramo que sostenía Pedro y dándoselo precipitadamente a la mujer-. Ve y ponlas en agua.


Pedro se quitó el abrigo, se sacudió del pelo los restos de agua y le puso el brazo sobre los hombros a su amigo en un gesto de amistad.


-¿Es esto lo que creo que es?


-Lo siento, tío. Pero sabía que ninguno de los dos accederían a venir de haber sabido que el otro también estaría aquí.


-Y estabas en lo cierto.


-Si vas a quedarte en la ciudad un tiempo es posible que se muevan en los mismos círculos así que no les vendrá mal que se conozcan.


-Parece justo, pero si eso es todo, ¿Por qué actúa como una momia viviente?


-A veces Paula me obliga a hacer cosas, y esto es un ejemplo de lo que ha conseguido: Justo un momento antes de abrir la puerta le dije que... -se interrumpió un momento mientras echaba miradas furtivas a la puerta cerrada de la cocina.


Pedro le apretó el hombro en un gesto de confianza animándolo a continuar.


-Le dije que tú sabías que estaba buscando marido y que por eso habías venido a cenar -continuó Pablo.


-¿Que hiciste qué? -dijo Pedro retirando el brazo del hombro de su amigo y retrocedió un paso como intentando distanciarse físicamente.


-Escucha, Macarena saldrá en cualquier momento y no le conviene alterarse en su estado, y creo que emprenderla a golpes conmigo o decirle lo que he hecho la excitaría considerablemente. Te pido que te quedes y disfrutes de la cena. Todo habrá terminado en un par de horas.


-Me quedaré -dijo Jacob con los dientes apretados-, por Macarena.


-Por supuesto. Una cosa más.


-¿Qué más?


-Resulta que Paula no sabe que eres Pedro Alfonso de Alfonso y eso es bueno porque no le gustó nada lo del combate de boxeo y no piensa muy bien de él. Bueno, de tí.


Pedro pestañeó lentamente. Su cerebro no paraba de trabajar. Nunca había rechazado un reto...


-Así es que tu Paula no piensa muy bien de mí pero piensa que he venido aquí por ella...


-Sí. ¿Y?


Pedro sabía que Pablo estaba preocupado. Bien.


-Bueno, no creo que tengas derecho a preguntarme en estos momentos, amigo mío. No la emprenderé a golpes contigo ni te gritaré siempre y cuando esta noche me sigas la corriente en todo lo que diga. ¿Trato hecho?


Pablo miró hacia la puerta cerrada de la cocina. 


-Vale, trato hecho.

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