miércoles, 14 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 16

Cuando Pedro regresó Paula estaba de pie junto a su silla, con los ojos cerrados, y moviendo la cabeza de un lado a otro. No tenía que preocuparse. Aún estaba en posición ventajosa. Ella no sabía nada. Pedro la observaba mientras ella se masajeaba el hombro, los ojos aún cerrados, la boca entreabierta al tiempo que dejaba escapar un ligero gemido. Él se puso rígido en el asiento repentinamente incómodo. Apretó los dientes y retiró la vista para no verse obligado a salir de nuevo del comedor para sofocar los pensamientos.


-¿Qué me he perdido? -preguntó Pedro excluyendo a Paula de la pregunta a propósito.


Pero Paula había dejado ya de masajearse y Pedro seguía tentado de mirar. Se había percatado de todas y cada una de las sinuosas curvas que habían recorrido las manos femeninas en su lento viaje desde la cadera hasta el hombro. «Detente. Estás imaginando cosas pero es por el cansancio. ¿Tal vez sea el jet lag?»


-Hora del postre -dijo Macarena con voz alegre. 


Pedro miró entonces a los otros acompañantes de la cena. Por un momento se había olvidado de los dos. Tuvo que concentrarse mucho para prestar atención a Macarena mientras hablaba de sus planes para el bebé y no mirar a Paula mientras se movía por la mesa retirando los platos sucios. Pero su determinación flojeó cuando notó que se acercaba a su silla por detrás y se rompió definitivamente cuando se inclinó para retirar su plato no sin antes exhalar un cálido suspiro junto a su oreja. Le costó mucho mantener el gesto mientras una violenta sacudida invadía su rígido cuerpo. Y entonces, justo antes de desaparecer en la cocina, Paula se volvió hacia él y le regaló una ardiente mirada y un guiño de ojos. En cinco minutos había pasado de ser una mujer a ser una ardiente sirena. Y, a pesar suyo, lo había hechizado. Tras la tímida fachada se ocultaba una tigresa dispuesta a saltar. Y prometía ser muy divertido sacarla de su jaula. Parpadeó varias veces y se encontró con Pablo que estaba rojo de tanto reír y con Macarena que se enjugaba las lágrimas de los ojos. Y de pronto se dió cuenta de lo que estaba pasando.


-Lo sabe -admitió Pablo-. Pero pelearme contigo no es nada comparado con los gritos iracundos de estas dos juntas.


-Entonces -preguntó Macarena-, ¿Crees que vas a pedirle matrimonio ahora o después del postre?


Desde la cocina, Paula escuchaba las risas del comedor. Ya se dirigía hacia allí para terminar de quitar la mesa cuando la puerta de la cocina se abrió y tras ella apareció Pedro con los cubiertos en la mano.


-Ah -exclamó ella retrocediendo un paso inquieta ante la presencia abrumadora del hombre en la pequeña cocina. Éste se inclinó hacia donde estaba ella para dejar los cubiertos en el fregadero y rozó con la manga el brazo de Paula. La sensación fue eléctrica.


-No me importa recoger. Vuelve a la mesa -le dijo ella haciendo una señal con la mano y retrocedió dos pasos más. Deseaba quedarse sola.

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