lunes, 26 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 45

«Pero ¿Por qué la has invitado a tu casa? ¿En qué ayuda invitarla a ella a solas, por la noche, a tu casa, tu santuario privado?». No tenía por qué preocuparse. Esa noche sería el comienzo de su nueva relación profesional. Tan sólo iban a sentar las bases. Paula se sentiría feliz profesionalmente y él quedaría liberado de toda obligación que pudiera haber sentido. «Vale. Si sólo se trata de una reunión de negocios deberíamos tener una agenda. Es mucho más fácil mantener el control de la situación si todo está apuntado de antemano. Lo primero es hacer que se sienta cómoda contigo en el nivel profesional, después estudiarás la presentación que ha preparado para la fiesta de Luciana, y finalmente la enviarás a casa repleta de energía para completar el proyecto satisfactoriamente. Si hay que cenar, también estará bien. Y tal vez no esté de más una botella de vino. Serán negocios, nada personal. Para facilitar la transición». Conectó el sistema automático del coche y se mantuvo un poco por debajo del límite de velocidad hasta casa.



Paula se metió en el cuarto de baño de su despacho y bebió un vaso de agua mientras se miraba en el espejo de cuerpo entero. Llevaba puesto su «Traje de la suerte» como Lara lo llamaba y se alegraba de que ésta no estuviera allí para preguntarle si significaba que sentía que ese día iba a tener suerte.


-Es bonito y cómodo -dijo Paula en voz alta a su reflejo-. Además, lo de esta noche será una presentación como muchas otras.


Se estiró el traje de raya diplomática y la camisa blanca de profundo escote; se pasó los dedos por el pelo que llevaba suelto por una vez, y salió de la oficina con su maletín «Mágico» y la esperanza de que la información que contenía fuera perfecta. Caminó por la calle Lonsdale donde tenía estacionado el coche y al pasar por el punto en el que había tropezado con él la primera vez recordó sus ojos y el pelo revuelto. Le había dicho a Lara que aquella mañana iba caminando con la cabeza baja, pensando en el trabajo pero lo cierto era que le había visto salir del hotel. Lo había observado, rodeado de equipaje, el viento helado sacudiéndole el rostro mientras le decía al mozo del hotel que no era necesario que saliera con él. Le había parecido tan guapo que había quedado hechizada. Redujo el paso al pasar por aquel mismo hotel con el recuerdo de Pedro y sus ojos cansados que escondían una mirada exhausta y a la vez vibrante, junto con aquella media sonrisa que la había dejado atónita. Pedro la había mirado entonces con evidente interés y Paula había sentido que, aunque tenía las piernas inmóviles, su interior ardía, el pulso se le había acelerado y apenas podía concentrarse en lo que estaba pasando.

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