miércoles, 28 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 49

Se acercó a la cocina y el aroma a soja y miel inundó de nuevo su nariz haciendo que el estómago gruñera.


-¿Tienes otros planes para la cena? -preguntó él y sólo le faltó decir que si se trataba de otro posible marido.


Paula abrió la boca para responder, pero en el último momento pensó en su departamento vacío y en el guiso de atún que pensaba recalentar. Aun así iba a declinar la invitación, pero vió la mirada de Pedro. A pesar de estar actuando como un hombre moderno, inalcanzable, indiferente, era evidente que estaba esperando impaciente su respuesta. No estaba sonriendo y daba vueltas a los ingredientes de la salsa con más vigor de lo que parecía necesario, sin dejar de dirigirle acusadoras miradas. Si no lo conociera diría que estaba un poco celoso. Tras unos momentos de silencio Pedro relajó los hombros y volvió a sonreír y Paula supo que había notado sus titubeos.


-Bien -dijo-. Te quedas -añadió las verduras con mano diestra.


-¿No te parece una situación un poco incómoda?


-¿A qué te refieres?


-Que sepas mis planes y deseos de futuro. Me resulta incómodo mirarte como a un amigo de unos amigos, y mucho más como a un cliente.


-Comprendo lo que crees querer decir pero no te creo -dijo él dirigiéndole una indescifrable mirada.


-¿Cómo dices?


-Lo cierto es que me gustas, Paula -dijo él dejando de dar vueltas al guiso y mirándola.


Paula sujetó con fuerza el maletín como si fuera a escaparse. Pedro probó la comida y asintió satisfactoriamente. A continuación siguió con lo que estaba diciendo.


-Mis mejores amigos son también tus mejores amigos; mi empresa y la tuya van a asociarse pronto para beneficio de ambos; entonces, ¿Qué hay de malo en que sepa que tu objetivo más inmediato es encontrar marido? Yo seguía queriendo invitarte a cenar a mi casa; tal vez una cosa no excluya a la otra. 


A paseo la agenda de trabajo y su reunión profesional. ¿A quién quería engañar? Ella siempre estropeaba cualquier plan de trabajo que quisiera seguir. Allí de pie, con esa mata de pelo cayéndole sobre los hombros y sus enormes ojos. Tenía que hacer grandes esfuerzos para no tomarla en sus brazos y llevarla hasta el dormitorio para mostrarle que ella también le estaba haciendo sentir incómodo. No sabía lo que eran pero desde luego no eran sólo «Amigos de unos amigos» ni tampoco socios. Debería cambiar de idea. Agradecerle la presentación y que se fuera a casa, pero en su lugar dijo:


-No es tan complicado. ¿Por qué no dejamos de evitarnos cuando podríamos disfrutar mucho más estando juntos, al menos hasta que eso que tanto deseas llegue?


Pedro se limpió las manos con un paño, llenó de vino las copas y tomó dos servilletas enrolladas de la encimera. La guió hasta la zona de comedor con una mirada decidida en el rostro retando a Paula a discutirle una propuesta tan sensata. Ella sólo podía pensar en la parte del discurso que decía «Disfrutar estando juntos». Había olvidado que quería un marido, alguien que la quisiera, alguien como Pedro. La idea la golpeó con fuerza. Hablando de cosas complicadas, estaba loca por aquel hombre.

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