viernes, 2 de febrero de 2024

Juntos A La Par: Capítulo 65

Luego fue capaz de darse cuenta de otros detalles: Le resultaban unos desconocidos, no sonreían, no abrían los brazos, ni parecían ansiosos por disculparse.


—Paula —su nombre sonaba extraño en labios de su madre.


Se oyó un crujido a su espalda. No comprendía por qué no sentía nada. Ni rabia, ni tristeza, ni siquiera confianza en una posible reconciliación. «Porque sabes que no es eso lo que buscan. Míralos. No hay calidez en su mirada. Nunca la hubo y nada ha cambiado».


—¿Qué hacen aquí? —habló con tanta tensión que apenas le salió la voz—. Si han venido para hacer daño a mis hermanas… —porque era evidente que no estaban allí para pedir perdón.


—Hemos venido a verlas —dijo su padre, impasible.


—¿A ver a Bella, que tenía dieciocho años cuando se fueron; y a Carla y a mí que aún estábamos en el colegio? —tres niñas aterrorizadas. Las palabras brotaban de su garganta, incontenibles—. Bella perdió su juventud y nunca la recuperará. Uatedes tuvieron la culpa.


—Era muy madura —dijo su madre, cruzándose de brazos. Mantenía una buena figura, la misma que había ayudado a Bella en su carrera como modelo. Se volvió hacia su marido—. Te dije que no debíamos venir.


En el vestíbulo se oyó un ruido. Paula giró la cabeza y encontró a Pedro. Él le estrechó el brazo y, tras soltarlo, se quedó junto a ella, hombro con hombro. Sintió una instantánea sensación de alivio.


—¿Quién eres tú? —preguntó su padre, como si tuviera derecho a saberlo.


—Un amigo de Paula —masculló él—. Y el hombre que no puede entender cómo fueron capaces de abandonar a sus hijas.


—Hemos venido a ver a Isabella y a Carla —dijo su madre—. Si no es posible, al menos queremos saber cómo contactar con ellas. No aparecen en la guía por su apellido de solteras —hizo un ademán con la mano—. Un miembro del comité del que depende nuestro próximo contrato conoce a Isabella y nos ha preguntado si estamos relacionados con ella. Dijo algo de un desfile de moda y de joyería. Quiere conocer al marido de Isabella y al de Carla, y como de todas formas teníamos quevenir a Melbourne…


Todo empezaba a tener sentido. Habían dado con Paula porque ella sí aparecía en la guía bajo el apellido Chaves. Podían haber hecho el esfuerzo de averiguar con quién se habían casado sus otras dos hijas, pero no. Como siempre, esperaban que la vida les facilitara todo lo que deseaban. Era tan… Triste. Pedro volvió a apretarle el brazo.


—Permíteme que eche a esta gente. Te están haciendo daño.


Paula hubiera querido refugiarse en sus brazos, pero tenía que ser fuerte. Se volvió hacia sus padres.


—Bella y Carla decidirán si quieren verlos. Dejen sus datos y se los daré.


Su madre sacó una tarjeta del bolso.


—¿Cómo puedo estar segura de que les darás el mensaje?


—Porque lo ha dicho y es tu hija, aunque pareces haberlo olvidado — dijo Pedro, apretando los dientes.


—Lo soy, pero no siento que lo sea —dijo Paula, mirando a sus padres.


Vió a Bella en el cuerpo de su madre, la nariz de Carla en la de su padre, en sus ojos reconoció los que ella veía al mirarse al espejo… Pero no se trataba más que de rasgos genéticos. Suspiró profundamente y tras espirar con lentitud logró esbozar una sonrisa. 

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