miércoles, 21 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 31

 -Bueno -dijo sin abandonar la mirada fúnebre de su rostro-, espero que yo fuera el que dejara una huella más profunda en ella - contestó dirigiéndole una enigmática sonrisa a la joven.


Paula lo miró con la boca abierta dispuesta a negar aquel absurdo comentario para que Lara no continuara con sus preguntas Y de pronto se dió cuenta. Eso era exactamente lo que había estado haciendo. Se había mostrado bastante distraída con el resto de sus citas. No se podía quitar de la cabeza la despedida entre la niebla la noche de la cena en casa de Macarena y Pablo; ni su aspecto el día de las carreras con su traje impecable y aquellas ridículas botas de agua; ni su encantadora voz. No había estado buscando los fallos en los otros sino que había estado buscando los posibles puntos en los que aquellos hombres pudieran superar a Pedro Alfonso. Era un hombre inteligente, con un sutil sentido del humor y un físico arrebatador. Estaba claro que superaba con creces los requisitos que ella buscaba pero era demasiado independiente, era simplemente demasiado. No se parecía a Pablo en absoluto y era lo que quería como marido.


-¿Cómo fue su cita? -preguntó Lara rompiendo el silencio.


-Terrible -contestó Paula.


-Prometedora -dijo Pedro alto y claro.


-¿Prometedoramente terrible o terriblemente prometedora? - preguntó Lara.


Pero antes de que ninguno de ellos pudiera responder Lara pareció fijarse en otra cosa y así lo hizo saber.


-Ahí está S. John. Me acercaré a felicitarlo por sus fantásticas litografías y así los dejo solos -añadió Lara al tiempo que se alejaba dejando tras de sí un halo de perfume juvenil entre plumas rosas.


Paula quedó de nuevo a solas con Pedro. Sabía. que lo mejor sería marcharse decirle buenas noches y Cuanto menos tiempo estuviera con él mejor. Trató de buscar una salida, alguien que necesitara su atención profesional pero al único que vió fue al caballero rubio con mirada de ave rapaz. Volvió a mirar a Jacob y el corazón le dijo que el rubio era su mejor y única opción. Pero era demasiado tarde. Perdida en la mirada color avellana de Pedro no podía moverse y notaba que una ola de calor iba subiéndole hacia el rostro, y no era por culpa de la bebida porque no había bebido nada de alcohol. Pedro miraba fascinado el tono rosado que iba invadiendo poco a poco los hombros de Paula y sintió la irrefrenable necesidad de acariciarlos para sentir su tibieza. El rostro de ella era incapaz de ocultar el tumulto de sensaciones que la recorrían por dentro y aquello lo desconcertaba, lo desconcertaba el efecto que producía en ella pero no tanto el hecho de que disfrutara con ello.


-¿Por qué has venido? -preguntó Paula.

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