-Para resarcirte por lo de la pelea, Pablo te ha organizado una cena con uno de sus compañeros esta noche en casa. Esperaba que los dos se conocieran, se enamoraran y se casaran. Pero si no te interesa...
-Claro que me interesa. ¿Lo conoces? ¿Es simpático? ¿Inteligente? ¿Qué hace? No, no me lo digas. No quiero saberlo. ¿Es guapo?
-Ven a casa a las seis y media y lo sabrás.
-Sí, sí, sí. De acuerdo -le dió a Macarena un abrazo-. Son tan buenos conmigo.
-¿Incluso Pablo? Hace un momento era un neandertal.
-¿Pablo un neandertal? Nunca. Es el hombre más maravilloso del mundo.
Macarena asintió, contenta.
A punto de dar las siete, Macarena gritó a Pablo que llevara a Paula al salón y la retuviera allí. Paula se sentó en el salón y se removió inquieta hasta quedarse en una posición. Se mordisqueaba las uñas perfectamente arregladas y no dejaba de subir y bajar la pierna. De pronto, empezaron a oír un rítmico golpeteo sobre el tejado. Miró la lluvia caer formando artísticos regueros en los cristales.
-¿Pablo?
-Sí, Paula.
Conocía ese tono. Pablo estaba sentado y se pasaba los dedos por el cuello.
-¿Qué es lo que sabe de mí?
-¿Estás segura de que quieres saberlo? ¿Estás segura de que no vas a interrumpirme en cuanto empiece a hablar?
-Estoy segura. Dímelo. No lo puedo soportar. Necesito saber algo.
-De acuerdo -dijo él-. Le he dicho que eres muy guapa.
-¿Le dijiste que soy guapa? Qué dulce eres.
-Le dije que Maca y tú son amigas desde hace mucho....
-¿Conoce a Maca tanto como para que le dijeras que somos amigas? -Paula dió un grito y miró el pequeño músculo que se activaba en el pómulo de Pablo. No había forma de controlarla.
-Tal vez debería saber quién es. No, no puedo. ¿A Maca le gusta? ¿Qué más le dijiste?
Las luces de un coche atravesaron los cristales y de pronto se apagaron. Paula tragó con dificultad al oír que el ruido del motor se apagaba. Acababa de llegar.
-No puedo hacerlo -suspiró-. Ayúdame.
Pablo se puso de pie y se acercó a ella. La tomó de la mano y la retuvo.
-¿Quieres saber qué más le dije?
Pablo la empujó hacia la puerta. Paula sabía que le había obligado a hacerlo, y sonrió pidiendo disculpas.
-No creo que quieras saberlo.
Pero era demasiado tarde. El timbre sonó y justo antes de que Pablo abriera la puerta le susurró en el oído:
-Le dije que estabas buscando marido y que él era el candidato perfecto.
La puerta se abrió y Pedro se encontró frente a una petrificada Paula, con los ojos como platos y la boca entreabierta.
En un primer momento a Pedro no se le ocurrió otra cosa que sonreír ampliamente, al tiempo que una sensación cálida le invadía la boca del estómago, como siempre que la veía. Pero a continuación recordó la revelación que le había hecho Pablo. Echó a un lado las flores que había traído para Macarena y miró de hito en hito a Paula y a Pablo y su gesto de disculpa: Acababa de meterse en una cita a ciegas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario