miércoles, 28 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 47

Sobre la encimera de la cocina, Paula vió las bebidas que Pedro tenía alineadas, un decantador de cristal y las copas. Hizo caso omiso de la invitación y dejó el maletín en el suelo junto a la encimera y dio una vuelta por la casa. Pasó la mano por el sofá de tres piezas, echó una ojeada por los numerosos libros que llenaban los estantes de la librería que separaba el salón del comedor. Subió los escalones que conducían a la parte elevada de la estancia y se maravilló de la vista de la ciudad que desde allí se disfrutaba. Podía sentir el frescor de la noche tras los cristales y se acercó tanto que su aliento chocó con el grueso cristal.


-¿Te gusta?


La suave voz de Pedro la sacó del ensueño y se volvió para mirarlo. No lo había oído llegar. Éste le ofreció una copa de vino tinto y Paula dió un rápido sorbo. Observándolo por encima del borde de la copa notó que Pedro tenía el pelo mojado y a pesar de tener el vino tan cerca, olía a menta. ¿Tal vez pasta de dientes? Entonces recordó que había visto unas manchas blancas al entrar que eran huellas de pie pues debía estar en la ducha cuando ella había llamado. Ella se volvió hacia la ventana de nuevo para evitar que él la viera sonrojarse.


-¿Cómo no iba a gustarme? Tienes un departamento precioso, Pedro, y la vista es imponente -dijo haciendo un gesto con la mano sobre lo que tenía delante.


-Ésta fue la primera propiedad que compré -dijo Pedro.


-¿Posees todo el edificio? -preguntó Paula girándose para mirarlo.


-Ya no. Hace unos años financié su renovación y después se vendieron todos los pisos por separado y guardé el mejor apartamento para mí. Tengo que admitir que no gané nada en el trato por primera y espero que por última vez pero creo que el sacrificio ha merecido la pena.


-Puedes jurarlo.


-Siempre que regreso aquí me pregunto por qué me fui.


Paula dió otro sorbo del delicioso vino hechizada por las luces de la ciudad que se reflejaban en los ojos de Jacob; acariciaba la esperanza de que éste decidiera no volver a marcharse. Y como si notara la fuerte emoción que no podía contener, Pedro dió un paso en dirección a ella. Paula sintió una ola de calor en su interior. Vió cómo Pedro dejaba su copa y se acercaba más a ella y quedó sin respiración. Lo único que pudo hacer fue acercarse la copa al pecho. Cerró los ojos, expectante, y esperó incapaz de evitar lo que iba a ocurrir a continuación. Y entonces la música cesó. El disco había terminado. Pedro tosió ligeramente y retrocedió. El movimiento sacó a Paula de su trance y tras parpadear rápidamente varias veces ella también se movió deseosa de que sus piernas dormidas pudieran seguirlo hasta la cocina con un poco de elegancia.


-Tengo la presentación en el maletín -dijo ella mientras se iba alejando más y más de la ventana y de Pedro-. Tal vez podríamos sentarnos y repasarla rápidamente para que puedas perderme de vista -y diciendo esto dejó la copa sobre la encimera y tomó el maletín.


Pedro se había acercado a la librería en la que estaba oculto el equipo de música y puso otro disco. La música se dispersó por la habitación a través de los numerosos altavoces ocultos por la casa y se volvió a mirarla.

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