viernes, 9 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 7

 -Me suena su cara, pero no sé de qué -dijo mirándola fijamente como si tratara de recordar-. ¿Trabaja en la empresa? -preguntó a continuación.


-No, afortunadamente no -contestó ella aliviada. 


-¿Tiene algo en contra de Alfonso?


-Digamos que no soy una gran aficionada al boxeo y la cerveza -dijo ella encogiendo los hombros.


El hombre no respondió sino que permaneció allí en silencio y aparentemente contento. Por el contrario, Paula empezó a sentir calambres en la pierna izquierda y los oídos comenzaron a zumbarle con cada latido del corazón.


-¿Piensa quedarse aquí toda la noche? -preguntó el hombre finalmente.


-Realmente no lo había pensado. He venido con alguien y necesito que me lleve a casa -contestó ella con los ojos alertas pero desviando disimuladamente la cara.


-Puedo pedir un taxi, si quiere.


-No, gracias. «Y ahora vete de aquí».


-Lo menos que puedo hacer es decirle a su acompañante que está aquí -dijo-. Estoy seguro de que no le gustará estar lejos de usted mucho tiempo -y volvió a sonreír.


Paula sintió como si un ejército de mariposas revolotearan por su estómago. Pensó que no era justo para ella que aquel hombre contara con aquellas sonrisas debilitadoras en su arsenal. Estaba claro que si él no se iba tendría que hacerlo ella.


-Tal vez debería tomar ese taxi. Que Pablo se preocupe. Se lo merece.


-¿Pablo?


-He venido con Pablo Jeffries. Uno de los directivos.


A Paula le sorprendió que la actitud del hombre se enfriara de pronto pero entonces recordó por lo que había ido allí esa noche con el marido de su amiga y su teoría sobre los hombres por los que se sentía atraída en los eventos sociales que organizaba. El hombre ya no era un enigma, allí de pie con aquella actitud fría y elegante. Llevaba puesta su personalidad de fiesta, había estado representando un papel, igual que todos. Era muy guapo y podría atolondrar a cualquier mujer con tan sólo una sonrisa, y ella casi había caído en la trampa. El tañido de una campana al otro lado de la puerta seguido de la ovación del público la sacaron de sus pensamientos. Pensó en la pelea que estaría teniendo lugar. Él la miró un momento y finalmente asintió antes de regresar a la sala del ring. Ella pensaba que, de no haber sido por el comportamiento altamente grosero de aquel hombre en la calle el día anterior, ella no estaría en ese momento allí sentada, engalanada, hambrienta y sola. Sonrió para sí sintiéndose un poco mejor al comprobar que aquel hombre seguía pareciéndole un grosero.

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