lunes, 12 de febrero de 2024

El Elegido: Capítulo 14

 -Supongo que sí -admitió Paula deseando desaparecer de allí.


-¿Y tampoco tienes una idea exacta del hombre con el que te gustaría casarte?


Y tras el golpe, su sonrisa de oreja a oreja. Unos dientes brillantes, unos hoyuelos encantadores y todo aquel carisma que haría tambalear a la más determinada. Paula tragó con dificultad. Fruncía el ceño con tal fuerza que le estaba dando dolor de cabeza. Sentía el calor en las mejillas y en el cuello pero no tenía ni idea de cómo salir ilesa de aquella pesadilla. Entonces Pedro también frunció el ceño y la miró con sus ojos brillantes. Parecía estar buscando en el interior de su alma y ella tuvo la seguridad de que los inextricables ojos avellana parecieron suavizarse y pedirle disculpas. Y por muy imposible que le pudiera parecer sintió que las rodillas le temblaban. Él pensó que ya había hecho suficiente. Había dejado claro su punto de vista. Después de semejante actuación, Macarena y Pablo no se atreverían a engañarlo con otra cita a ciegas. Y como ya les había dado su lección decidió que ya era hora de disfrutar de la velada.


-¿Y tú qué dices, Macarena? ¿Creíste alguna vez que terminarías con el dulce y tramposo Pablo?


Macarena comenzó a relatar entonces todo tipo de historias relacionadas con sus amores adolescentes y Pedro se percató de que Paula se relajaba. El color volvía a sus mejillas y se dio cuenta de nuevo de lo hermosa que era, justo el tipo de mujer que a él le gustaba: no demasiado alta pero con una grácil figura, llena de curvas y muy vivaz. Su lustrosa melena de color oscuro lo atraía enormemente. Nunca le habían gustado mucho las mujeres rubias. Sintió un deseo casi irrefrenable de quitarle las orquillas e introducir los dedos en la mata sedosa.


-¿No te acuerdas de Adrián Phelps, Paula? -preguntó Macarena despertando a Pedro del ensueño en el que se encontraba. 


Paula se rió. Era un sonido muy agradable.


-Era asqueroso, Maca -dijo Paula haciendo una mueca de desagrado.


-No lo era. Era encantador.


-Era bajo y nunca se lavaba el pelo. Nunca comprendí qué pudiste ver en él.


-Que no fuera un chico alto, moreno y guapo como todos los chicos de los que tú te enamorabas perdidamente no significa que no pudiera resultarle atractivo a otras chicas, por ejemplo a mí. Y besaba muy bien.


Paula miró a Pedro de reojo. Una mirada que era pura atracción. Ya le había aplastado el ego suficiente al no mostrar ningún interés por su trabajo así que sólo lo miraba para ver qué podía ver de positivo en él para equilibrarlo.


-Eh -gruñó Pablo fingiendo que le había herido-. ¿Es que no ves que tu marido y padre de tu futuro hijo está sentado a tu lado escuchándote hablar de tus experiencias amorosas juveniles en las que él no aparece?


-Sí, cariño pero tienes que recordar que entre todos ellos te elegí a tí.

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