miércoles, 4 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 8

De la parte delantera del vehículo salió Norberto en persona, un hombre delgado vestido con un traje elegante. Casas Rodantes Deluxe era una de las empresas que más personas empleaba en la ciudad y un negocio dinámico que fabricaba casas rodantes para cantantes de country y jubilados. El público aplaudió la generosa donación.


-Bien. Juguemos a quién es quién entre los competidores antes de subir a bordo -señaló a la primera persona de la fila-. ¿Por qué no empieza usted?


Pedro estiró el cuello. Una mujer delgada afro americana vestida con traje de chaqueta estaba sentada en uno de los bancos del centro comercial que alguien había colocado cerca de la caravana.


-Soy Diana Williams.


-¿Y a qué se dedica?


-Soy jefa de préstamos en el Banco Nacional de Lawford.


-Seguramente podría haberse comprado su propia caravana - murmuró Alicia, que sacó el punto y se puso a tejer otra vez, como si aquello fuera lo que hacía cuando se sentía frustrada. 


Nancy continuó haciendo preguntas al resto de los concursantes, a algunos de los cuales Pedro conocía y a otros no. Estaba Sergio Angelo, que había ido a un curso menos que Pedro. Le dijo a Nancy que quería la caravana para que su abuela pudiera jubilarse con elegancia. Después había dos cajeras de una tienda de productos de belleza, un guarda de seguridad que parecía muy viejo aunque no lo fuera, tres amas de casa y un tipo que no parecía tener empleo y al que no se le ocurrió ninguna razón para querer una casa rodante. Después había un grupo de esos que iban al bingo, más o menos de la edad de Alicia y Luis, que dijeron querer la caravana para trasladarse a Florida en invierno. El número quince era un médico. Dos veces atendió al busca mientras le hablaba a Nancy de su consulta. Pedro no pensó que fuera a durar mucho. Paula estaba muda. Observó a Nancy paseándose delante de la fila, mirándolos con recelo. Los números dieciséis y diecisiete eran una pareja de recién casados de luna de miel. Debían de estar locos para querer pasarla en una casa rodante con un puñado de desconocidos. Parecían jóvenes e ingenuos. El dieciocho y el diecinueve eran Alicia y Lester. El veinte Pedro. Cuando Nancy le preguntó a qué se dedicaba, él vaciló.


-Soy vendedor para una empresa de software en desarrollo, pero ahora escribo manuales de formación.


-¡Qué interesante! ¿Como para Microsoft?


Él se echó a reír.


-No exactamente.


-¿Y para qué quieres la casa rodante? -Nancy le sonrió.


-Yo, bueno...


¿Qué podía decir? ¿Que estaba arruinado, que había metido la pata hasta el fondo y que necesitaba la caravana para viajar con seguridad a California y para corregir los errores que había cometido allí? En lugar de eso dijo lo primero que se le ocurrió.


-Me gustaría ir a Disneylandia.


-Qué bonito -Nancy se puso delante de Paula y la señaló-. Lo siento, eres la número veintiuno.


-Soy Paula...


-Eres la veintiuno -la interrumpió Nancy-. Las reglas dicen que sólo pueden subir veinte personas -señaló el tablón y entonces caminó hasta el principio de la fila-. ¡De acuerdo todos! -dió dos palmadas-. ¡Recoged vuestras bolsas! ¡Subamos a bordo!


Alicia volvió a darle otro codazo a Luis y se puso de pie con su silla plegada y una bolsa al hombro. El resto de la gente que no formaban parte de los veinte afortunados empezaron a dispersarse. Pedro se volvió hacia Paula. Jamás había visto una mirada de tanta tristeza en los ojos de una mujer. 

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