lunes, 16 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 35

 -¿Pensabas que sólo tenía ropa en la maleta? -se echó a reír, mojó uno de las bolas en la salsa que los acompañaba y se la metió en la boca; se había soltado el pelo, y sus bucles dorados le enmarcaban el rostro-. Me, encantan estas cosas. Me he traído de todo excepto galletas -le señaló-. Y hablando de todo un poco, me debes tres de hoy.


-En cuanto acabe con estos las tendrás.


Aunque desvió la mirada para dejar de pensar en esa cascada de cabello dorado, no pudo dejar de pensar en ella. Se preguntó por qué se había acercado a él, por qué había pensado en su estómago, por qué no dejaba de estar con él, de ser su amiga cuando más la necesitaba. Sin embargo, cada vez que intentaba acercarse, ella se echaba atrás. Era un tira y afloja. ¿Tendría interés por él, o simplemente sentiría lástima? ¿Y qué sentina ella cuando ganara la caravana y se marchara? ¿Y sobre todo, por qué de pronto tenía ganas de algo más serio con ella que un par de citas? Pedro se metió una bola de pan rellena de queso en la boca después de untarle salsa.


-De verdad sabes cómo llegar al corazón de un hombre.


Ella se echó a reír y tomó otra.


-Recuerdo la primera vez que te conocí. Tú tenías cinco años y yo acababa de cumplir seis el día antes. Era la primera vez que salías con tu bici nueva sin ruedas de apoyo, y yo estaba muerto de envidia. Te paraste delante de mi puerta, creo que para presumir nada más.


-Sí, me acuerdo -dijo Paula echándose a reír-. Dios, de eso hace años y años. ¿Esa fue la primera vez que nos conocimos?


-Sí. Cuando pasaste te odié sólo porque podías hacer algo que yo no podía aún -se echó a reír también-. Ya sabes cómo son los niños de seis años. Todo el mundo gira a su alrededor.


Paula arqueó una ceja.


-¿Y cuándo dejan de pensar así los hombres?


Pedro sonrió.


-Algunos de nosotros nunca.


-Eso pensaba.


Se metió otra bolita de pan rellena de queso en la boca. Una gota de salsa de frambuesa le quedó en la comisura de los labios.  Dulce, caliente, comestible. Pensó en inclinarse hacia delante y lamer sin esfuerzo alguno aquella gota de sus labios. Pero antes de reaccionar como deseaba cada célula de su cuerpo, ella sacó una servilleta y se limpió la salsa. ¡Maldición!


-Qué buenas están -dijo, refiriéndose a todo menos a la comida.


-Gracias -escogió otra y se la metió en la boca-. Las hago yo. Me gusta cocinar, es como un pasatiempo para mí. De pequeña pensaba que me haría chef, pero al final no fue así -se echó a reír-. Tengo la cocina llena de libros, de cacharros, de electrodomésticos, pero...


-Paula -dijo en tono insistente.


-¿Qué?


-Quiero...


Se dominó. Tal vez quisiera hacer un millón de cosas distintas con ella, algunas allí en aquel rincón íntimo del pasillo; otras en el dormitorio de la caravana. Pero esa no era la razón por la que estaba allí. Pedro desvió la mirada hacia el largo pasillo del centro comercial. Marcos. Catalina. El negocio. Era en eso en lo que debía centrarse. Por una vez tenía que pensar en algo más que no fueran sus propias necesidades. Paula seguiría allí después.


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