viernes, 27 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 58

 -Sabes -empezó a decir Pedro-. Hace una hora, cuando estábamos hablando, estaba pensando en que hay entre nosotros una amistad.


-Sí, yo también.


-No pensé en aprovecharme por estar en la misma cama que tú.


Ella tragó saliva.


-Me alegra saberlo.


-Pero todo eso ha cambiado cuando me he ido a dormir. En mis sueños, Paula, tú insistías mucho en que hubiera algo más que una amistad -esbozó una sonrisa provocativa-. Puedo controlar lo que pasa cuando estoy despierto, pero no lo que sueño. O lo que me haces en los sueños.


-Yo tampoco. 


Estaba tan cerca. Hacía una hora, esa proximidad había significado seguridad, comodidad. En ese momento expresaba algo totalmente distinto. Algo que deseaba mucho más de lo que estaba dispuesta a reconocer. Le acarició la mejilla con el índice, provocándole sucesivas oleadas de calor que se extendieron por su cuerpo en forma de un cosquilleo delicioso. En la oscuridad, sus ojos parecían brillar, y el calor entre ellos se hizo casi palpable.


-Has crecido, Paula.


-Los niños tienden a hacer eso.


-No todo el mundo lo hace con tanta gracia como tú -dijo en tono ronco y sensual.


-Tú... Tampoco se te ha dado tan mal.


Los comentarios irónicos tan normales en ella parecían haberla abandonado.


-No quiero hablar de mí. En realidad, no quiero hablar. Creo que ya hemos hablado bastante -le acarició la mejilla muy despacio-. ¿No estás de acuerdo? Ella sólo le susurró una palabra. 


-Sí...


-Bien.


Entonces Pedro se inclinó hacia delante y la besó. El gesto la pilló desprevenida, suscitando la explosión de sus sentidos. Desde que se habían montado en la caravana Paula se había preguntado qué sentiría si besara a Pedro. No había esperado aquello. Su boca no tocó la suya; la conquistó. Con un solo movimiento consiguió borrar de su pensamiento todas las razones que la habían llevado a pensar que acercarse a él no era buena idea. Su lengua se enredó con la de ella, provocándola hasta que se arqueó de placer. Paula le echó los brazos al cuello y tiró de él hasta que quedó tumbado encima de ella. La seda de sus bóxer le rozaba los muslos, provocando su deseo. Su beso apasionado le azotó las emociones como una tormenta de invierno. Una caricia apasionada y fiera, y al mismo tiempo tierno y casi reverente. Sus labios se deslizaron sobre los suyos, calientes y mojados, y los mordisquearon con insistencia, pidiéndole todo lo que poseía. Ella le dió lo que quería, lo que quería ella, con una ferocidad que la sorprendió. Era como si le hubieran encendido un interruptor en el cerebro, uno que había dado paso a una dinámica diferente entre ellos. Había pensado que sería como los demás hombres que había conocido. En los últimos días, él le había demostrado que no era así. Le había expuesto su lado vulnerable, abriéndole la puerta al verdadero Pedro, a un hombre que poseía más dimensiones de las que ella habría pensado. 

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