viernes, 6 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 14

Tomó una carta. La jota de tréboles. Parecía que tenía oportunidad de dormir en una de las camas. Después de no haber dormido nada en toda la noche, le resultó una idea reconfortante.


-Yo tengo un as -dijo Alicia cuando escogió la carta-. ¿Luis, qué tienes tú?


Le enseñó el dos de diamantes. A Alicia se le borró la sonrisa de los labios.


-No puedo dormir con otro hombre. Sería...


-Siempre están las sillas -dijo Pedro mientras tomaba su carta del montón, que enseguida miró y se metió en el bolsillo-. Bueno, ahora repartamos las camas.


Alicia reclamó inmediatamente uno de los sillones. Diana tenía el rey de corazones, pero lo devolvió. 


-Son más de las once. No puedo perder mi empleo por esto, sobre todo porque no tengo la seguridad de que vaya a ganar. Será mejor que me vaya a trabajar -agarró el bolso y fue hacia la puerta.


Paula pensó que ya sólo tenía que eliminar a dieciocho personas. El que se marchara una concursante no contribuyó a que se aireara el interior de la caravana, pero era un comienzo. Tal vez después de pasar la noche durmiendo en el suelo se marchara alguno más. Al médico ya le habían llamado dos veces al busca, y parecía nervioso. Era evidente que había pensado que el concurso sería fácil y rápido. Las tres mamás habían compartido un teléfono para llamar a sus casas y comprobar que sus niños estaban bien. Una de ellas parecía lista para marcharse. Su pequeño Joaquín se había caído de un columpio y se había herido en la rodilla. Paula la escuchaba mientras se debatía entre quedarse o marcharse.


-¿Claire, qué tienes tú? -la voz de Pedro la devolvió a la realidad.


-Una jota.


-Tú eliges ahora. Hay espacio con Francisco, el guarda de seguridad, en la cama de matrimonio. O espacio con Tamara, la otra chica de la perfumería, en el sofá cama. O bien... -se metió la mano en el bolsillo de atrás del pantalón-. O un espacio conmigo en la cama de matrimonio que hay sobre la cabina.


Se preguntó si Pedro habría hecho trampa, tomando a propósito una carta más alta que la suya para poder quedarse con una cama y acostarse con ella. No. Era una estupidez. Pedro y ella apenas se toleraban. Sólo eran amigos porque se habían criado juntos, lo cual quería decir que tenían rodillas destrozadas y pasteles de barro en común, no deseo. Tal vez bromearan sobre una supuesta atracción, pero entre ellos no había nada que resultara preocupante. Sin embargo no pensaba arriesgarse compartiendo cama con él. No pensaba cometer más errores estúpidos sólo porque una sonrisa sensual le hiciera perder la cabeza a ratos. Cruzó la habitación y le dió su carta a Luis.


-Gracias, señorita -aceptó la carta con su mano arrugada y nudosa-. Es muy amable por su parte.


-Luis, ponte en la silla que está a mi lado -gritó Alicia.


Él ignoró a su esposa.


-Creo que me acomodaré en el sofá -Luis señaló el sofá cama.


-¡No pienso dormir con este viejo! -exclamó Tamara, que se puso de pie inmediatamente. 

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