lunes, 30 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 63

 -¿Desde cuándo eres un experto? -dijo, pero sus palabras carecían del sarcasmo habitual.


Paula deseaba cosas sencillas de la vida; la oportunidad de comprobar si podía tener éxito o fracasar ella sola. Pedro lo entendía. Él quería más o menos lo mismo para sí. Ella no había tenido la oportunidad de hacer lo que quería, y si le presionaba ahora para que se casara con él, acabaría metiéndola en el mismo sitio del que intentaba escapar. De modo que en lugar de decirle lo que sentía, mintió.


-No soy un experto, Paula. No sé mucho del amor. 


Antes de que ella pudiera responder, él se retiró. Agarró su bloc de notas, se sentó en la parte delantera de la caravana y le quitó a Adrián de las manos el mando. Intentó trabajar, pero no escribió ni una coma. Sólo pudo quedarse mirando por la ventana mientras pensaba en el error que había cometido proponiendo a Paula matrimonio. 


Cuando Pedro salió de la cocina, ella escapó al baño, intentando no pensar en lo que acababa de pasar. Pero aun así, la conversación no dejaba de repetirse en su pensamiento. Disimuladamente, Pedro le había pedido que se casara con él. ¿O no? Cerró los ojos y dejó que el agua caliente le cayera sobre los hombros y la cara. Casarse con él. Sin duda una locura. Pero mientras lo pensaba se imaginó con él en una casa, haciendo cosas juntos. Pensó en sonrisas felices y en besos a la puerta, en cenar en la cama y en abrazarse en el sofá. Sacudió la cabeza. Pedro no estaba hecho para el matrimonio. ¿O sí? ¿Podría... Amarla? Sintió ganas de llorar, y el corazón empezó a latirle con rapidez. ¿Cuándo se había preocupado ningún hombre por ella lo suficiente para prestarle la atención que le había prestado Pedro? ¿Y cuándo se había sentido tan conmovida por un gesto tan sencillo? 


Paula volvió a la realidad. Liarse con Pedro en ese momento era una locura. Ella tenía planes. Sueños. Y él no formaba parte de ellos. Al final sería como todas las demás personas que habían pasado por su vida, como su madre, como David o como Alberto, y la abandonaría. Se dijo que no necesitaba a nadie. Quería cortar con todo, y eso incluía a Pedro Alfonso. Desgraciadamente, allí era imposible escapar de él. En cuanto salió lo vió sentado con los demás a la mesa de la cocina. Entró y notó que los cuatro desayunaban en silencio. Según iban pasando los días la conversación había decaído, incluso entre Alicia y Luis. Adrián terminó su cuenco de cereales con rodajas de plátano, se puso de pie y se estiró. 

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