viernes, 13 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 26

Había dado un paso hacia el baño cuando le oyó soltar otro improperio. Arrancó la hoja del bloc y la arrugó en una pelota. Estaba claramente frustrado. Entonces decidió que a Pedro no le iría mal hablar con alguien; no le costaría nada darle unos minutos de amistad. ¿O sí? Dejó su maleta en el baño y fue a la habitación.


-¿Necesitas ayuda?


Se incorporó súbitamente. Tenía el pelo revuelto, como si se hubiera pasado la mano por la cabeza muchas veces. Estaba ojeroso y no se había afeitado. Si no lo conociera mejor, habría pensado que Pedro parecía preocupado.


-Paula, no te oí entrar. 


-Alicia tiene la batidora encendida -dijo como explicación-. Tiene que estar mucho rato para mezclar bien toda esa fibra con el aceite de hígado de bacalao.


Pedro hizo una mueca.


-¿Lo dices en serio?


-Me huele a eso. Decidí por mi bien saltarme el desayuno.


-Bien hecho -miró de nuevo el bloc.


-¿Qué estás haciendo?


El Pedro que había conocido antes de mudarse a. California cinco años atrás no había trabajado en mucho más que en conseguir el teléfono de una mujer. Pero lo cierto era que el Pedro actual no se parecía al que ella recordaba.


-Intento hacer un milagro -tiró el bloc a un lado.


-Ah -hizo una pausa para que él se explicara, pero no lo hizo-. La próxima vez, utiliza tu reina.


-¿Qué?

-Ví cómo metías tu carta otra vez en la baraja. Creo que dormir bien una noche no te iría mal -se sentó en la cama y rotó la cabeza despacio para intentar quitarse aquel dolor de cuello-. Pero asegúrate de que consigues una cama. La silla parece de cemento.


Él se echó a reír y se tumbó sobre la cama. Antes de que pudiera moverse o decir que no, Pedro le tenía las manos en el cuello y leestaba dando un masaje.


-Ah. Ahhh. Qué bien.. -tragó saliva; de sus manos irradiaba un calor que le recorrió la espalda-. Muy agradable.


-Deberías haber aceptado la cama que te ofrecí -le dijo en voz baja- . Entonces los dos podríamos haber dormido.


Paula se apartó y se volvió a mirarlo.


-¿No puedes pasar cinco minutos sin intentar ligar con alguien?



Él puso mala cara.


-¿Crees que me estaba insinuando cuando te ofrecí compartir la cama?


-Bueno, sí. ¿Desde cuándo te van las relaciones platónicas?


-Desde que te conocí a tí en el jardín de infancia -sacudió la cabeza-. ¿Te he abrazado alguna vez?


-No.


-¿Besado?


-No.


-¿Te he tomado, entre mis brazos y te he prometido amor eterno?


Ella se echó a reír.


-No, pero te dejo que lo intentes.


-Paula, tú eres mi más feliz, y reconozco que la única, relación platónica que he tenido con una mujer -le retiró un mechón de pelo de la cara y se lo colocó detrás de la oreja-. Eso no quiere decir que no haya querido abrazarte, o besarte. O tumbarte en esta cama y hacerte el amor hasta que los dos perdamos la razón.


Un calor intenso la invadió. La mano de Pedro estaba a dos centímetros de la suya. Su cara, más o menos. Se sintió del todo consciente del colchón firme que tenía debajo, de las imágenes que había recreado con sus palabras. ¿Pero cuándo había empezado a mirarlo como se mira a un hombre?


-Pedro... 

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