lunes, 23 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 49

Pedro contó hasta diez mentalmente para no darle un puñetazo a aquel tipejo. Entonces Paula apareció a su lado.


-Conoce a Pedro de toda la vida -Gustavo adelantó el micrófono-. ¿Le resulta por ello más difícil competir?


-No. Pero tengo ventaja porque sé cómo es -Paula esbozó una sonrisa dulce pero firme-. Por supuesto, Pedro tiene la misma ventaja sobre mí -Señaló hacia Rafael y Julia antes de que pudiera continuar-. Sabe, esos recién casados no parecen demasiado felices. Debería preguntarles cómo les va su «Luna de miel». 


Gustavo le echó una última mirada a Pedro antes de ir adonde estaba la pareja.


-Gracias -le dijo Pedro-. Te debo una.


-No me debes nada -le sonrió-. Todo es parte del plan A.


Paula se dió la vuelta y se marchó. Antes de que Pedro pudiera ir detrás de ella, Nancy se acercó a él. Adoptó una pose coqueta y lo saludó muy amigablemente.


-¿Qué tal llevas el concurso?


-Bien, todo va bien.


Estiró el cuello y vió a Paula charlando con Adrián. Pero ella ni siquiera volvió la cabeza para mirarlo.


-Sé que tal vez sea un descaro por mi parte, pero... -Nancy le puso la mano en el brazo-. ¿Qué te parece si salimos a cenar tú y yo cuando termine todo esto?


Pedro miró de nuevo a Paula. Cada vez que se acercaba a ella, lo rechazaba. Sólo tenía interés en él para ayudarla a ejecutar el plan. Y de algún modo eso le molestó más de lo que habría creído posible, a pesar de que había sido idea suya. Volvió a mirar a Nancy. Lo miraba con la misma adoración que todas las demás mujeres que había conocido en su vida. Todas menos una. Sabiendo que no debería hacerlo, que sólo estaba cayendo en los mismos fallos que lo habían llevado hasta allí, Pedro ofreció a Nancy su mejor sonrisa. Sería mejor que se enfrentara a la realidad: No había cambiado nada.


-Claro, me encantaría ir a cenar. 



Dió gracias al cielo con el pensamiento cuando Gustavo Kent salió de la caravana. Había seguido a todo el mundo durante un par de horas, metiendo la cámara en cada rincón de la casa rodante, intentando captar un «Sabor a la vida en la caravana», como había dicho él. No sabía quién era peor, si el fastidioso reportero o la excesivamente alegre directora de actividades del centro comercial. Nancy Lewis se había marchado también, sonriéndole demasiado a Pedro antes de cerrar la puerta. Había oído por encima su conversación y le habían entrado ganas de vomitar. Él no había cambiado nada. ¿Por qué había pensado que era diferente? ¿Por qué había empezado a creerlo cuando le había dicho que había madurado? ¿Y por qué se sentía tan decepcionada al darse cuenta de que había tenido razón? Sabía por qué. Porque algunas personas, por ejemplo ella misma, no eran capaces de salir de su estupidez. Había caído en la misma trampa a los dieciocho años. Los ojos azules y las voces sensuales tenían la culpa.


-Se está haciendo tarde. Vamos a sacar cartas otra vez. 

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