viernes, 20 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 44

 -¿Entonces por qué estás tan empeñada en salir de Mercy para irte tan lejos? Sé por experiencia que en California no hay nada que no puedas encontrar aquí.


-No tengo nada aquí, Pedro; nunca lo tuve –tragó saliva-. Hay que meter la mousse en el frigorífico -le pasó dos cuencos y salió corriendo de la cocina.


En la tarde del sexto día, Paula escribió en su diario: "He pasado casi toda la tarde hablando con papá. Las perspectivas no son mejores hoy. Faltan ocho días para que le administren la quimioterapia. Nunca he tenido tantas ganas de estar sola. Quiero dar golpes en la pared, romper algo. Pero no puedo enfadarme con nadie; sólo con unas células intangibles que están devorando el cuerpo de mi padre. Podría echarle la culpa a las tabacaleras, o a los cigarrillos que se fumó, pero nada de eso va a cambiar la situación. Cada vez que lo llamó me doy cuenta de que el tiempo corre muy deprisa, y me dice que debo estar allí antes de que se ponga demasiado enfermo. ¿Y si la quimioterapia no funciona? ¿Y si el cáncer se extiende aún más? Necesito salir de esta caravana. Tal vez debería abandonar. Salir ahora, meterme en un avión y arreglar después este lío de vida que tengo".


-Te toca cocinar esta noche -le dijo Alicia en tono alegre al entrar en la cocina-. Lo hemos echado a suertes. Pero tienes un ayudante - detrás de Alicia entró Pedro. 


Después de la escena anterior cuando había preparado la mousse, Paula había hecho lo que él la había acusado de hacer: escapar. Era más fácil ignorar a Pedro y todas las preguntas que empezaba a darle vueltas en la cabeza. De modo que se había puesto a escribir en su diario y él a trabajar, a teclear como un loco en su ordenador. Pero incluso después de pasar varias horas delante de la pantalla, parecía lleno de energía y listo para hacer cualquier cosa.


-Estoy segura de que no os importará trabajar juntos. En el cajón de la nevera hay pollo que nos ha traído Nancy hoy. Preparadnos algo bueno, venga.


Paula se puso derecha y aceptó el mandil que le pasaba Alicia. Evitó mirar a Pedro y se concentró en hacerse la lazada.


-Pensé que los restaurantes nos iban a dar la cena.


-Sólo se ofrecieron unos cuantos. Esta noche estamos solos -Alicia le pasó un mandil igual al de Paula antes de volver al sofá donde Luis roncaba.


Paula cerró el estor de la ventana de la cocina al ver que había un grupo de gente curioseando alrededor de la caravana.


-Nos hemos convertido en una atracción turística.


Pedro retiró el estor y se asomó.


-Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que un adolescente se suba encima e intente tomar una foto por el tragaluz de la ducha.


-¡Pedro!


-Yo lo habría hecho.


-Tú no eres el hombre típico. 


-¿No?


Se acercó a ella un momento, y pensó que iba a besarla. Se permitió el lujo de observarlo un instante, de admirar al hombre que tenía delante. Tenía las facciones duras, algo curtidas por el sol californiano. Los hombros eran anchos, capaces, bien definidos bajo la camisa. Sus ojos, de un azul intenso, siempre parecían tener un brillo burlón. Pero en ese momento no había expresión de burla en ellos; tan solo un deseo ardiente que enseguida le corrió a Paula por las venas. El anhelo de abrazarse a él la golpeó con tal fuerza que la dejó sorprendida. Y si... ¿Y si la besara? ¿Tan malo sería? ¿O tal vez tan bueno? La miró con curiosidad y se acercó a la pila a lavarse las manos. 

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