lunes, 30 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 64

 -Bueno, yo me marcho. 


-¿Te marchas? -dijo Luis. 


-He terminado. Me voy.


Todos lo miraron sorprendidos. 


-¿Así sin más? -le preguntó Alicia.


-Sí. Se me han terminado las vacaciones.


-¿Estas han sido tus vacaciones? -le preguntó Paula.


-Aquí hay una tele estupenda, y la mía estaba rota -se encogió de hombros-. Quería ver el final de la temporada de rodeos y este me pareció un buen plan. Pero ahora tengo que volver al trabajo.


-¿Tienes un trabajo? -Alicia se quedó boquiabierta.


-Sí. Más o menos. A veces trabajo en la gasolinera. Soy limpiador. Si alguien ensucia algo, yo lo recojo.


Y así sin más Adrián se marchó. Los cuatro se miraron con sorpresa.


-¿Estas eran sus vacaciones? -dijo Alicia.


Uno menos. Eso fue lo que Paula escribió en su diario después del desayuno. "Si pudiera encontrar el modo de librarme de Alicia y de Luis... Aunque sigue estando Pedro. Tiene una buena razón para querer lacaravana, pero no tan importante como la mía. Ojala pudiera cerrar los ojos y despertarme en California". Y cerró los ojos. Las lágrimas que había estado a punto de derramar toda la mañana surgieron en ese momento. Necesitaba estar con su padre, que era su familia. Necesitaba sentir que alguien la amaba sólo por sí misma. Llamaron a la puerta del dormitorio, y se incorporó rápidamente y se limpió las lágrimas.


-¿Sí?


-¿Estás visible?


-Sí.


Pedro entró, le echó una mirada y cerró la puerta. Fue a la cama y la abrazó. Y Paula empezó a llorar otra vez, con una mezcla de alivio y necesidad. Se agarró a Pedro, consolándose con su presencia. Por primera vez en su vida, Paula Chaves sintió que confiaba en otra persona. Y en el fondo se dió cuenta también de que no se sentía mal, o estúpida por hacerlo. Se sentía bien. Con Pedro se sentía muy bien. Cuando terminó de llorar se retiró y se limpió la cara con las manos.


-Lo siento, yo...


-Calla... -sacó un pañuelo de una caja que había sobre la mesilla de noche-. No tienes que explicarme nada.


-Sí. Teniendo en cuenta que te he empapado la camisa, al menos debo decirte por qué -esbozó una sonrisa débil y le puso la mano sobre la parte húmeda de la camisa-. Quiero ganar la caravana para poder ir a ver a mi padre.


-¿A Alberto? Pensé que había muerto. 


-Quería decir a mi verdadero padre. Lo encontré hará un par de semanas. O más bien, lo dejé sorprendido cuando le dije que yo era su hija. Durante todos estos años, él nunca supo que tenía una hija -suspiró.


-¿Cómo es eso posible?


-Cuando Alberto murió tuve que vender la casa. En el ático encontré una caja con cosas de mi madre que no había visto nunca. En un diario encontré una copia de mi partida de nacimiento con su nombre escrito allí y también unas cartas. Cartas de amor. Contraté a un detective privado, le dí la poca información que tenía y en unas semanas lo encontraron. Mi padre se quedó muy sorprendido cuando me puse en contacto con él el mes pasado. No tenía ni idea.


-Vaya. Es increíble -dijo Pedro-. ¿Pero por qué tu madre no te habló de él?


Aspiró hondo y finalmente empezó a contar la historia que llevaba tantos años siendo un secreto. 

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