miércoles, 18 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 38

 -No hay ningún buen partido en Mercy.


-Sí que los hay. Estoy yo.


-Tal vez deba especificar. Ningún buen partido que valga para casarse.


-¿Crees que no valgo para el matrimonio?


Ella se echó a reír con tantas ganas que le temblaron las tijeras. Alicia levantó la vista de la labor que estaba haciendo. Rafael y Julia, que estaban abrazándose en el sofá, se asomaron a mirar; Arturo y Graciela dejaron de leer el periódico un momento; Renee les echó una mirada de fastidio desde donde estaba viendo la tele. Incluso Adrián se dió la vuelta para ver lo que le hacía tanta gracia. Luis, sin embargo, continuó durmiendo.


-Eh, eh, ten cuidado con las tijeras -dijo Pedro.


-Ay, lo siento -Paula ahogó su risa y las tijeras dejaron de moverse.


Continuó cortando. Terminó de cortarle la parte de atrás y se colocó delante, de pie entre sus piernas, y empezó a canturrear mientras cortaba. Estaba más cerca de lo que lo había estado ningún peluquero profesional. ¿A propósito tal vez? Las caderas de Paula se curvaban con gracia entre sus piernas. Si se hubiera movido un centímetro hacia un lado u otro, le habría rozado la parte interna del muslo. Era una agonía no poder tocarla. Se aclaró la voz antes de hablar.


-¿Entonces... Por qué no te has ido nunca a vivir con un hombre?


-No he conocido a ninguno que quisiera sentar la cabeza. Como diría la señorita Marchand, una de mis clientes, debo de tener «utilízame» escrito en la frente.


Pedro se inclinó hacia atrás y la miró con sorpresa.


-¿Tú? Tú siempre has tenido tanto... Carácter.


Ella se echó a reír. 


-No. La genialidad me desarma -Paula le colocó la cabeza en posición-. O al menos solía desarmarme. Cuando era más joven atraía a los perdedores.


-Tú atraes a cualquier hombre.


-Sí, sobre todo a los hombres que no tienen intención de quedarse. Pero basta de hablar de mí -le levantó otra sección de cabello-. Ahora te estoy cortando el pelo.


Él le agarró de la cintura. Los demás lo estarían mirando, pero le daba igual.


-¿Son los hombres los que no quieren quedarse, o eres tú? ¿Por qué te vas a marchar de Mercy, Paula?


Ella lo miró sorprendida, y abrió la boca, como si fuera a decirle algo. Pero en ese momento se oyeron unos golpes a la puerta y se acercó rápidamente con las tijeras y el peine en la mano para ver quién era. Por la ventana vió que eran dos de sus clientes más asiduas: la señorita Marchand y la señorita Tanner. Paula pensó que no podían haber llegado en mejor momento. Las preguntas de Pedro habían tocado temas de los que no quería hablar; su pasado, su futuro y sus relaciones con los hombres. Paula decidió dejar de pensar en todo eso y fue a abrir la puerta.


-Caramba, hola señorita Tanner, hola señorita Marchand. ¿Qué están haciendo aquí?


La señorita Tanner se puso las manos en jarras y la miró con gesto ceñudo.


-¿Qué estás haciendo tú aquí?


-¿Cómo? -dijo Paula.


-Flo nos dijo que dejaste el trabajo. Mañana es sábado, sabes. ¿Qué estás haciendo, si puede saberse? -repitió. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario