lunes, 9 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 17

Por un instante sintió la necesidad de apoyarse en Pedro, de dejar en sus manos sus problemas. Paula había estado sola tanto tiempo. El peso de ser fuerte le resultaba de pronto demasiado cargante. Pedro estaba cerca, a pocos centímetros de ella. Aunque eso no era culpa suya. Aquel no era exactamente el cuarto de baño del Taj Mahal. Sólo era un poco más grande que el baño del rancho de dos dormitorios donde se había criado. Pero jamás en ese baño, ni en ningún otro, había sido tan consciente de la cadencia del pecho de un hombre. ¿Pero en qué estaba pensando? Aquel hombre era Pedro.


-Y te aviso... Quieren sacar los trapos sucios -dijo-. Así aumentará el índice de audiencia.


Paula hizo un gesto hacia la ducha.


-Acabo de salir de la ducha. Estoy totalmente limpia -Paula intentó reírse, pero no le salió.


En su mirada, Paula percibió una expresión oscura y fiera; sin embargo cuando habló lo hizo en tono ligero y burlón, volviendo a ser el Pedro que conocía de toda la vida.


-No parece que hayas llegado a las partes importantes -le pasó el dedo por la curva del hombro, y Paula sintió que la temperatura aumentaba diez grados; jamás había reaccionado así con Pedro en su vida, claro que la última vez que habían «Jugado» juntos tenían nueve años-. Para darte una ducha como Dios manda, deberías desnudarte.


-Eso he oído.


Necesitaba tomar un poco de aire.


El dedo que le rozaba el borde de la camiseta le hizo olvidarse de su nombre, del día que era o de dónde estaba.


-Bueno, será mejor que salga -dijo, pero no se movió.


La cara de Pedro, tan conocida y a la vez tan distinta toda vez que se había hecho un hombre, estaba a pocos centímetros de la suya.


-Cuando necesites que alguien te frote la espalda, o si quieres frotármela a mí -sonrió y la miró con sensualidad-. Tengo una parte aquí... Donde nunca llego. Si quieres ayudarme, la ducha parece lo bastante grande.


Vaya. Aquello estaba moviéndose a un territorio donde Paula se negaba a entrar. Aquel era Pedro, se recordó de nuevo. Sabía, por todos los años que había vivido cerca de su casa, que la palabra monogamia no estaba en su diccionario. Ella tenía ya veintiocho años y no le interesaba salir con un hombre a lo tonto. Además, ella no era el tipo de Pedro; no era ni joven ni pechugona. Si le estaba haciendo insinuaciones, sólo tenía dos cosas en mente. O bien estaba pelado, o bien era alguna clase de estrategia para ganar la caravana. Pero no pensaba renunciar a su sueño por un tipo de sonrisa encantadora y palabras suaves. Ya lo había hecho una vez por David. Y había terminado con un montón de facturas que pagar mientras él se largaba a perseguir su sueño. Nunca más.


-Gracias, pero no.


Fue a pasar delante de él.


-Paula...


Paula se dió la vuelta. 

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