miércoles, 18 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 36

 -Quiero... darte las galletas antes de que se me olviden.


-Ah -una sombra de decepción oscureció sus ojos verdes-. Claro. Estupendo. Serán como un antídoto para esto.


-Sí. Algo así. 





"Día seis. Llevo tres noches en la silla y dos en el suelo, porque no dejo de sacar cartas bajas. Me duelen la espalda y las piernas todo el tiempo, y estaría dispuesta a dormir con El Jorobado de Notredame si tuviera la oportunidad de dormir en una cama en lugar de en una silla. No dejo de echar solitarios, pero no me ayuda a dejar de pensar en mi padre y en ganar esta caravana. Y Pedro. Es tan distinto a como yo lo recordaba... Sigue siendo atractivo, por supuesto, pero ahora es un poco más maduro, supongo. ¿Será posible que haya decidido dejar la actitud de playboy? Él dice eso, pero no estoy segura"...


-Aquí está mi pago de hoy.


Paula cerró el diario al oír la voz de Pedro y vió que le dejaba tres galletas de chocolate delante de ella.


-Marcos vino y me trajo más -añadió.


A Paula siempre le había gustado el hermano gemelo de Pedro, un hombre amable y serio a quien siempre había visto con un libro en la mano. Había leído la noticia del fallecimiento  de la esposa de Marcos el año pasado en el periódico y no podía imaginar lo difícil que debía resultarle educar a su hija solo. Pero Cataluna tenía suerte. Aunque había perdido a su madre, aún tenía un padre que la quería y unos abuelos que intentaban llenar ese vacío.


-¿Cómo está Marcos?


Pedro se sentó delante de ella.


-Sobreviviendo.


-Debe de ser duro para él. 


-Horrible -sacudió la cabeza-. Llevaban casados desde los diecisiete años -Pedro jugueteó con una galleta-. Creo que la mayor parte de los días se levanta de la cama porque no le queda otra.


-Por Catalina.


-Sí. De no ser por ella, no sé dónde estaría.


-Lo entiendo. Mi madre murió cuando yo tenía la misma edad que Catalina. Han pasado casi veinte años, pero aún hay días en los que echo de menos oír su voz o poder hablar con ella -Paula sacudió la cabeza.


Él se inclinó hacia delante.


-¿Por eso no quieres acercarte nunca a nadie? 


Paula se movió para apartarse un poco de él. 


-Eso no es cierto.


Él arqueó una ceja.


-Dime una persona a la que estés unida.


-A Soledad. ¿Ya se te ha olvidado? Solía salir con tu hermano Federico. Vive al lado mío.


-La recuerdo. También que fue lo mejor que le pasó a mi hermano.


Un mechón de pelo le cayó sobre la frente e inmediatamente fue a retirárselo. Pero antes de que pudiera hacerlo Paula adelantó la mano automáticamente. Sus dedos se chocaron con torpeza y ella sintió un latigazo por todo el brazo.


-Yo... lo siento -balbuceó, sorprendida consigo misma.


Ella nunca balbuceaba de ese modo. Jamás perdía la compostura. Jamás dejaba que el roce de la mano de un hombre, de un amigo, la distrajera de tal modo.


-Sólo estaba... -no terminó la frase.


Pedro le tomó la mano antes de que pudiera retirarla.


-No.


-¿No qué? 

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