viernes, 6 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 12

 -Creo que estarás aquí todavía después del mediodía.


Diana miró a su alrededor.


-Tendré que llamar a mi jefe.


-No hay teléfono en la caravana. Si tienes un móvil, puedes utilizarlo. De otro modo el único contacto con el mundo exterior será a través de mí -les sonrió a todos-. Estaré encantada de contarles a sus familias cómo van, o ellos podrán venir a verlos mientras hacen la compra, y hablar con ustedes por la ventana. Asegurense de contarles que el Almacén de Juan va a tener a la venta artículos para camping esta semana, para completar nuestra promoción.


Cuando nadie preguntó nada más, Nancy agitó la mano, les deseó buena suerte y se bajó de la caravana.


Paula vió el alivio en la cara de Nancy al aspirar el aire viciado del centro comercial. Cuando se cerró la puerta, sintió algo de pánico. Diecinueve personas en una caravana. Durante días y días. ¿En dónde diablos se había metido? ¿Y si no funcionaba? 


Pedro la miró.


-¿Estás bien?


Recuperó la compostura y aspiró hondo.


-Claro.


-Claro -repitió con una sonrisa que le dijo que no se lo tragaba.


-Creo que todo el mundo debería llevar su equipaje al dormitorio - dijo Alicia- . Luis, lleva nuestras cosas allí.


-¿Quién le ha dicho que usted sea la jefa? -dijo Rafael, que se acababa de casar hacía unos días.


Alicia frunció la boca.


-¿Tienes una idea mejor, hijo?


-Bueno, no -Rafael parecía sofocado con su desafío-. De todos modos, creo que deberíamos decidir las cosas entre todos.


Alicia suspiró.


-Aquí hay muy poco espacio, por si no te habías dado cuenta. Si metemos nuestras maletas en el dormitorio, tendremos un lugar privado para cambiarnos.


-De acuerdo -dijo Rafael.


Durante los minutos siguientes cada uno de ellos fue al dormitorio y depositó sus maletas.


-Bueno -dijo Alicia cuando terminaron-. ¿A alguien le apetece jugar a la canasta?


El silencio que respondió a su sugerencia le dejó claro lo que sentía el grupo por los juegos de cartas. Alguien se puso a preparar café en la cocina diminuta. Uno de los hombres, Adrián, el que no parecía tener trabajo, se sentó en el asiento del conductor, agarró el mando a distancia y encendió la tele. Típico.


-¡Tremendo! Puedo ver todos los partidos que dan en todo el país. 


Adrián le dió uso inmediato al mando y fue pasando canales hasta que dió con el que quería. Entonces se arrellanó en el asiento y puso los pies sobre el salpicadero Para ver un partido de béisbol.


-¿Te alegras ahora de haberte subido a este cacharro que no nos llevará a ningún sitio? -le preguntó Pedro, que se acercó a la esquina donde ella se había sentado para que no la aplastaran.


Dios, estaba tan cerca. Paula se puso tensa para poder ocupar menos espacio.


-Claro.


-Parece que estaremos así un tiempo. ¿Podrás aguantarlo?


-¿Y tú?


-Oh, sí -se inclinó hacia ella y su aliento le hizo cosquillas en la clavícula-. Me gusta estar cerca. 

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